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Reflexión

A propósito del origen divino del cosmos

He leído recientemente algunas objeciones de prensa sobre el propósito del Ministerio de Educación de evaluar a los alumnos por su comprensión sobre el origen divino del cosmos. No trato, por mi parte, que sería un enorme atrevimiento, entrar en esta segura polémica, que por otra parte se viene sosteniendo desde hace siglos, sin que hayan llegado nunca a un acuerdo definitivo las partes litigantes, entre la razón y la fe. Da la impresión, sin embargo, que ya desde hace mucho tiempo, los frentes se han estabilizado, ante la imposibilidad de que alguno triunfe, aunque es evidente que las posiciones se han acercado entre los más razonables contendientes.

Parece claro que por parte de los defensores de la fe, de las tres grandes religiones monoteístas, cuyo fundamento es creacionista solo la cristiana ha aceptado, tradicionalmente, participar en la polémica, mientras que la ortodoxia judaica y el islamismo, por lo que yo sé, se han mantenido incólumes en sus principios. Los últimos papas han tratado de aunar la fe con la razón, camino de encuentro que a muchos nos parece acertado. Por ejemplo, de facto, parece que la Iglesia ha aceptado la evolución darwiniana. Esta actitud demuestra en las iglesias cristianas un propósito de modernización que no se advierte en las otras.

Por parte de los científicos, naturalmente los físicos, que son por la naturaleza de las cosas los llamados a esta investigación, se encuentran perplejos ante la imposibilidad de encontrar una explicación convincente al Big Bang como principio para ellos incuestionable, por lo que hasta ahora han indagado, del origen del universo y de la vida que en el mismo se encuentra. El raciocinio les conduce a que "tiene que existir un explicación". Es decir, que existe una razón, pero no la conocen. Esa razón que no se conoce es lo que los cristiano llamamos Dios, los judíos Jehová y los islamistas Alá. Aquí es donde los cristianos lo hemos complicado, porque "esa razón que no se conoce" la hemos humanizado, por ejemplo, como un anciano con largas barbas blancas y que fue inmortalizado, entre otros, por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, seguramente en sus inicios, para facilitar la evangelización. Supongo yo que el misterio de ese Ser Supremo, como a muchos cristianos nos gusta evocarlo, queda así devaluado para algunos agnósticos poco imaginativos.

Pero aparte de este baladí comentario sobre los iconos artísticos del cristianismo, muchos científicos agnósticos ante el, de momento, infranqueable precipicio que impide continuar más allá del Big Bang han apuntado la posibilidad de un ser creador, entre ellos el genial Einstein, el más preeminente científico del siglo XX, con su famosa frase de que "Dios no juega a los dados".

No obstante, por otra parte, siempre me ha llamado la atención la unánime aceptación por parte de los mismos científicos del concepto de lo infinito, que comparte con el concepto de Dios la misma indefinición científica, pues tan imposible es entender qué es lo infinito para la totalidad del género humano como para los científicos agnósticos es entender qué es Dios. Sin embargo el científico se ve obligado a utilizarlo en sus cálculos matemáticos (el célebre 8 acostado). Espero que algún día, bromas aparte, algún avezado matemático se decida a utilizar una D gigante, para introducir en sus ecuaciones el concepto de Dios. Tampoco es tan disparatada mi sugerencia porque para los científicos creyentes hace ya mucho tiempo que la solución de sus cálculos más complejos es la D de Dios.

Pienso que de vez en cuando este tema de la existencia o no de Dios debe airearse públicamente pues es parte de la cultura del Mundo Occidental. Creo que ese ha sido el propósito del Ministerio de Educación en considerar la valoración del alumnado con su conocimiento sobre el origen divino del cosmos. Habrá quienes lo nieguen, pero tendrán que razonarlo, que es la parte positiva de la educación. Pues el concepto de Dios no es un concepto religioso en sí, sino una de las posibles respuestas a esa incógnita del porqué del ser humano. La aceptación posterior de Dios, como creador, sí es ya un fundamento religioso.

En esta sociedad actual, carente de tantos valores, no le viene de más remover esta polémica de las que se han derivado tradicionalmente consecuencias morales y éticas para toda la Humanidad y, en particular, para la propia juventud.

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