Cinco años de viajes del fotógrafo grancanario Angel Luis Aldai por ocho paises de Africa Occidental han dado el fruto de dos exposiciones y dos libros. Las salas de Casa Africa exhibieron primero la dedicada a las mujeres y muestra ahora la que protagonizan los niños. La visión antropológica y cultural no gesticula con preconceptos dramáticos ni es redentorista. El subdesarrollo del continente impone condiciones de vida extremadamente duras y empuja a las generaciones jòvenes a una diáspora sin alternativas; pero no ahoga la vitalidad de las culturas ancestrales, los ritos y costumbres y, en suma, el instinto humano de la felicidad. Los niños trabajan indebidamente y son objeto de explotaciòn en el mismo seno familiar o tribal, pero también ríen, juegan y despliegan su expresividad en el esplendor de la luz que renueva cada día las fuentes del vivir.
Aldai se atiene a lo real y extrae de ello un halo semántico cuya interpretación apela a la escala de valores del espectador. La imagen es objetiva pero está llena de cargas significantes. Aquella alegría puede ser incomprensible para las culturas desarrolladas, pero existe y engendra esperanza. Tal vez el drama se solape en la sonrisa porque una realidad como la africana, por bella que sea en su inocencia, tiene pendiente en cada manifestación el débito que las sociedades del bienestar nunca pagan. Merece gratitud el que la cámara de Aldai sea testigo, no fiscal acusador, y evite así la falsificación, incluso bienintencionada, del alegato panfletario que solo quiere ver una parte de la realidad. Esta parte, ética y socialmente atroz, exige respuestas y salidas. Pero hay muchas otras.
Africa es paradisíaca por su ilimitada hermosura, el magnetismo de sus misterios, la riqueza de la vida salvaje y, por encima de todo, el potencial futuro de sus pueblos: inmediatamente futuro, porque ya es el único continente que en su inmensa mayoría permanece en el subdesarrollo. Aldai posa la mirada en dos vectores de emergencia: las mujeres, hasta ahora sometidas a la prelación masculina, y los niños o adolescentes que sin duda serán protagonistas de la puesta al dìa de su medio natural y sus condiciones vitales. Gemtu Ndaw significa "Sueños de la infancia". Sin dejar de describir un momento histórico, de aquellla muestra, como de la actual, dimana una sensibilidad de la belleza, la luz, el color y la energía que solo un artista puede ver y proyectar desde la identidad espiritual (con los textos poéticios de la marfileñaTanella Boni que acompañan a las imágenes) y la fascinación de los sentidos.
