La Provincia - Diario de Las Palmas

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TEATRO 'Me llamo Suleimán'

La voz del otro

Cuando contemplamos el drama de la inmigración ilegal que llega a nuestro país como una noticia más de los informativos, que se repite a diario de una manera monótona. Cuando en nuestros cálidos domicilios devoramos la comida caliente mientras vemos la tragedia diaria de los que sufren hambre y frío, sin que se nos quite el apetito. Cuando solamente nos alarmamos al oír los testimonios de los españoles que emigran al extranjero por culpa de la crisis, dejando de lado la tragedia que se desarrolla continuamente en nuestras costas. Entonces es fundamental escuchar la voz del otro, que nos cuenta su vida, sus ilusiones y finalmente su sueño convertido en pesadilla.

Me llamo Suleimán es una adaptación teatral del libro del escritor grancanario Antonio Lozano, en el que el otro, que es un adolecente, tiene voz y comienza refutando la extendida creencia de que África no tenía historia hasta la llegada de las potencias coloniales europeas. Con orgullo el protagonista relata que es descendiente de Sundiata Keita, el fundador del Imperio de Malí, y que ama su país al que no cambiaría por nada a pesar de que lo abandonó. Después de dejar Bandiagara y tras una dura travesía por el desierto, describe el asalto a la valla de Melilla, que esta vez vemos desde el otro lado, sintiendo la muerte del inmigrante. A continuación tiene lugar el viaje en patera y la llegada a uno de nuestras playas, con el consiguiente internamiento del menor en un centro. El resto de la historia pueden imaginársela, pero lo fundamental de esta adaptación es que Suleimán es una sombra del pasado, porque todo lo relata una joven policía grancanaria que ha hecho suya la voz del otro, sintiendo su tragedia como propia.

Acompañado de la música de Salif Keita, otro maliense descendiente de Sundiata, oímos un relato que a veces parece ser el cuento de un griot, un narrador de historias de África Occidental, porque lo fundamental de este monólogo es que consigue que ya no haya un tú o un yo, sino que todo se transforme en nosotros.

En gran medida el mérito es de quienes realizaron la adaptación, Mario Vega y Antonio Lozano, y de la actriz Marta Viera, que demuestra una versatilidad casi proteica, al metamorfosease continuamente de policía a adolescente maliense y viceversa.

La proyección audiovisual de Juan Carlos Cruz, que convierte el muro, colocado a modo de telón de fondo, en cocina, desierto, pueblo, mar, valla, frontera, noche estrellada y etc., añade un toque mágico a una historia que aunque sea desgarradora nos muestra la entereza de los otros, a los cuales quien vea esta obra ya no percibirá tan distintos a nos-otros.

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