La Provincia - Diario de Las Palmas

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A la intemperie

El carácter del mundo

A vueltas todavía con la deuda. Me meto en la cama y tanto si me pongo de costado como si me coloco boca arriba, lo único que me viene a la cabeza es el asunto de la deuda. La deuda como una cuestión de orden metafísico, como una forma de pecado original. Si hubo un tiempo en el que se venía al mundo con un pan debajo del brazo, ahora se viene con una deuda. Y el caso es que los veinte o cuarenta mil euros que debes, no sé, cada uno conoce los suyos, son en realidad la metáfora de un agujero de carácter existencial. ¿Qué le debe la digestión al hígado? Creo haber relatado aquí mismo que lo que caracteriza a la glándula hepática es su solidaridad. Me lo dijo un médico:

- Mira, Juanjo, el hígado es una bomba. Por fortuna, es una bomba solidaria. El hígado podría acabar con el resto de las vísceras en cuestión de segundos.

He mencionado el hígado por no hablar de las manos. El otro día estuve observando de cerca a un pianista, mientras tocaba una pieza dificilísima de Bach, y de repente me di cuenta de todo lo que la mano derecha le debe a la izquierda. La izquierda, si eres diestro, va de obrera. Pero se pasa la vida sacando de apuros a la derecha, que actúa como si tuviera un doctorado en Filosofía y Letras. Los mejores poemas están escritos con la zona izquierda del teclado del ordenador. Ahora bien, cuando el poeta, tras el recital, saluda al público, levanta la derecha en señal de gratitud mientras la izquierda se mantiene en un discreto segundo plano. Hay una deuda de la mano diestra a la siniestra que empezaría por despojar al nombre de la segunda de su connotación peyorativa. Lo siniestro, al final, es lo más familiar, lo más reconocible.

La deuda, decíamos, como pecado original. De modo que cuando vas a al banco y firmas un crédito que te avalan tus padres, por ejemplo, no estás solo llevando a cabo una transacción de orden económico. Hay algo en ese acto que pone por un momento al descubierto la naturaleza de la realidad, el carácter del mundo. Es como si se abriera una grieta en la cáscara de la existencia, una grieta por la que se cuela un relámpago de lucidez que enseguida se apaga. Tanto tienes, tanto vales. Tanto debes, tanto desvales.

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