La Provincia - Diario de Las Palmas

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Reflexión

La parábola de José Carlos

Creo que sonreí varias veces. Lo hice cuando, tras la presentación inicial, se anunciaba que él iba a ser el presentador del conferenciante. Seguro que no pude evitarlo, y sonreí. Sonreí, con cierta amargura, cuando le oí hablar sobre "la angustia de la soledad del poder", o de la dificultad de "gestionar la escasez" cuando "cada uno va lo suyo". Nunca le había escuchado decir que la mayor desgracia del presidente Rivero ha sido dirigir un Gobierno cuya gestión ha coincidido -en sus años exactos- con la mayor crisis tras el crack de 1929. Y sonreí cuando, llegando al término de su intervención, contó la parábola. Una vez más lo oí contar la parábola de Los ciegos y el elefante. Llevo años oyéndolo realizar análisis y proyecciones; dibujar escenarios futuros; prospectar el porvenir. Durante años he oído sus interpretaciones de la historia; su análisis de las claves económicas, la debilidad que supone la ausencia de una burguesía sólida, el valor estratégico de los puertos y aeropuertos en Canarias, la necesidad de capitalizar las empresas isleñas? Y cuando no está seguro de que realmente estemos captando la profundidad del mensaje, que pretende que llegue con nitidez a la persona receptora, entonces, y sólo entonces, cuenta una parábola.

Lo hizo nuevamente en el Foro organizado por LA PROVINCIA/DLP en el Hotel Santa Catalina, en Las Palmas de Gran Canaria. Confieso que yo tengo predilección por la parábola de El pajarito en la mano. Hacer política, hacer buena política, me ha recordado de vez en cuando, es como mantener un pajarito con vida en una mano cerrada. Debes apretar lo suficiente como para que no se escape, pero no tanto como para que lo asfixies? Me sigue enterneciendo cuando le vuelvo a oír relatar la de El gato negro en la habitación oscura. Tardé años en entenderla, ¡pero lo conseguí! No hay nada más difícil, cuenta, que ser capaz de atrapar un gato negro, en una habitación a oscuras; sobre todo si no hay gato? Sin embargo, él decidió finalizar con el cuento verbalizado, con la historia; con la parábola de Los ciegos y el elefante, y no lo hizo por casualidad. Ese relato corto, que tanto me recuerda a Saramago por el uso de los elementos, contiene un método infalible de pedagogía política para entender Canarias. Mejor dicho, para entender algunas coyunturas -especialmente de la Época Contemporánea- en Canarias. Contiene la esencia de los más sesudos tratados de Teoría Política. Siete personas distintas, que ante la ausencia de visión (y desde luego de misión) se encuentran con algo que, al tocarlo, no saben identificar. Cada toque, cada contacto, cada percepción subjetivada de la realidad, dibuja en la mente del actor un concepto (quizá hasta un ideario) distinto. Son concepciones erróneas por imparciales; confusas por incapacidad para comunicarse. No pueden percibir el objeto/animal en su totalidad porque prevalece la obsesión con la parte. Y, claro, el cuento acaba mal. No saben sumar los trozos y eso conlleva la imposibilidad de una interpretación completa y global, que deriva en la violencia y en la autodestrucción.

La parábola acaba con las siete personas destrozándose, a palo limpio, intentando cada uno, mediante la imposición de la idea y la fuerza, hacer valer, para equiparar, la parte con el todo. Se matan entre ellos. José Carlos Mauricio nunca me ha contado que fue del elefante. Yo siempre he creído que siguió errante su camino.

Se hizo el silencio cuando lo anunciaron, y en silencio -casi muda- quedó la sala cuando terminó. Tengo una pregunta para él: ¿Cómo se gestiona el conocimiento en una organización política en Canarias, avanzado el siglo XXI?

(*) Vicepresidenta de la ZEC

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