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Cartas a Gregorio

Manuel Ojeda

Realidad y apariencia

Querido amigo, Miguel, mi vecino de piso, es gordo de nacimiento. El pobre se ha pasado la vida cargando con la pesada mochila de su tripa, inseparable y fiel compañera de su acontecer e intimidades. Lo ha intentado todo por adelgazar, desde no comer hasta purgarse con brebajes y hierbajos, todo para persistir en su oronda hermosura, por lo que, con esa afabilidad que tienen casi todos los gorditos, termina diciéndome: "Manolo, lo único que me queda para bajar de peso es cortarme una pata..." Pero, como se sabe, a grandes males grandes remedios, y nuestro amigo Miguel se sintió aliviado cuando se cambió a dos tallas más de pantalones. Pues eso mismo es, precisamente, lo que ha hecho nuestro ministro de Justicia, don Rafael Catalá Polo, que ha cambiado la Ley de Derecho Penal para identificar a los imputados como simples investigados, o sea, que si no quieres estar fuera de la ley, cambia la ley y, muerto el perro se acabó la rabia.

También podría aprovechar para referirse a los violadores como "amantes desaforados" y a la pederastia como "inclinación sodomita aditiva". A las minas personales se les podría llamar "pirotecnias disuasivas" y a los terroristas islámicos "guerrilleros descarriados en la fe". Todo ello en un empeño por suavizar la cruel realidad que nos agita, y así terminar llamando a estos hijos de puta "hijos naturales"... La decisión del ministro es un intento desesperado por diluir la crispación disfrazando el crimen con artilugios semánticos, cuando lo que necesitamos es transparencia. Pero es que, entre la realidad y la apariencia, está la política, sobre todo en época de promesas electorales, y viene a manipularlo todo para hacernos ver las cosas del color del cristal que les conviene, como en la ley Campoamor.

Es sabido que los machistas dicen que las mujeres siempre tratan de impresionar a los hombres por la apariencia, y no por la inteligencia, a lo que ellas y con mucha razón contestan, que hay más posibilidades de que un hombre sea estúpido que ciego.

La política es el arte de la apariencia pero, llegados a un punto y por mucho que te cambies de pantalones, no podrás disimular la tripa, porque la ciudadanía hace tiempo que ve las cosas claras, y va a ser difícil que alguien le esconda el bulto. Nuestros amigos políticos nos pidieron dinero prestado para hacerle la cirugía a este país, pero son ellos los que se la han hecho y ahora, ya no les reconocemos. Así que nos hemos quedado sin dinero y sin amigos, Gregorio. Estos son nuestros grandes males, esperemos que la vida y las elecciones nos ofrezcan, entonces, los grandes remedios. Un abrazo y hasta el martes que viene.

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