La Provincia - Diario de Las Palmas

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A la intemperie

Al salir del baño

En el argot televisivo llaman "microfonar" a la acción de colocar un micrófono en el cuerpo del invitado a un programa, o de su presentador. El artilugio consta de una petaca del tamaño de un paquete de cigarrillos, que se sujeta en alguna parte de la cintura, y de la que sale un cable que recorre las costillas y termina en esa pequeña cabeza que aparece por alguna parte del cuello. Una vez "microfonado", si no tienes la prudencia de poner en off el interruptor de la petaca, todos los ruidos que produzcas pueden ser escuchados por los técnicos de sonido. Así, si mientras esperas tu turno, paseas por la trastienda del plató hablando solo, el monólogo llegará al centro de operaciones situado a diez o quince o veinte metros de donde te encuentras. Si vas a hacer pis, transmitirás los ruidos de la descarga orgánica primero y los de la descarga de la cisterna después. Si te lavas las manos, se escuchará el chorro del agua al golpear contra la superficie del lavabo. Si hablas mal del presentador del programa, la entrevista resultará más dura de lo que habías imaginado.

Si todos anduviéramos "microfonados" por la vida y fuéramos conscientes de ello, mediríamos más nuestras palabras. El micrófono, a la larga, nos haría mejores personas. O no. Quizá no. De hecho, cada ordenador personal es en cierto modo un micrófono a través del que estamos proporcionando datos y metadatos de nuestra existencia a las grandes corporaciones y a las agencias de investigación de todo el mundo. No parece que ese hecho, de sobra conocido, nos haga más prudentes. Cada día se rompen cientos o miles de parejas que han dejado rastros de sus infidelidades en los correos electrónicos. Cada semana recibimos decenas de anuncios de esto o de lo otro que constituyen la respuesta a nuestras pesquisas por la red. Alguien nos escucha, alguien nos observa desde el momento en el que abrimos la tapa del portátil o encendemos el móvil.

Robert Dust, un asesino múltiple estadounidense, estaba grabando un programa de la tele cuando decidió ir al servicio. Por el camino, hablando para sí mismo, dijo: "¿Qué hiciste? Pues matarlos a todos, por supuesto". Como no se le había ocurrido apagar el micro, fue detenido al salir del baño.

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