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Juanjo Jiménez

Por Gran Canaria, y dos tunos

Es conocido de antiguo que todo pueblo tiene a su héroe. Ahí tienen a Juana de Arco en Francia; a William Wallace en Escocia, a Peter Pan en Nuncajamás, David el Gnomo, en el país de los gnomos, y Bob Esponja en Fondo de Bikini. Gran Canaria no iba a ser menos y a falta de candidato consolidado, se ha autopostulado José Miguel Bravo de Laguna como la quinta esencia de la dimensión isleña que nos acoge.

Pero un héroe literario en condiciones, nivel experto, debe tener una serie de requisitos que en los cinco primeros ejemplos se cumplen a rajatabla: capacidades sobrehumanas y la ejecución de hazañas epopéyicas y especialmente beneficiosas.

Esto para empezar. Porque además, tienen que lucir, por nísperos, una inteligencia superior; y exhibir una caterva de poderes extraordinarios, como la posibilidad de disipar una calima con un golpe de chácara o frenar una vaca embalada con solo mirarla. José Miguel Bravo de Laguna adolece de todas estas importantes cualidades. No es el héroe que uno espera fundando un partido cuyo nombre, Unidos por Gran Canaria, muestra que lo mismo podría estar Unido por Tenoya que por Tenesoya, con el único fin primigenio de aguantarse en la poltrona, y cuyo efecto ha sido todo su contrario: desunir por Gran Canaria a todo un partido y, peor aún, a un grupo de gobierno serio que cumplía con el mandato ciudadano de trabajar en equipo.

Y una poltrona desde la que tampoco es que haya mostrado poderes del otro jueves, sino todo lo contrario. Porque este hombre tan grancanario prometió darle macho a la central hidroeléctrica de Chira-Soria; arrancar con la regasificadora; lanzar el parque aeroportuario, los recintos tecnológicos en Telde y el Norte, y nanay de la China. Ni siquiera sus ocurrencias más coreanasdelnorte, como poner un cartelón tipo Hollywood versión Gran Canaria en la cancela del aeropuerto, o colocar un observatorio para retratar la basura espacial, que ya son ganas de echarle hilo a la cometa, han terminado formando parte del legado de su truculento reinado.

Los dos hitos más relevantes han consistido en ponerse a decorar farolas arruinándolas con los colores de la bandera patria e intentar, sin tampoco lograrlo, enfurruñar a Gran Canaria contra Tenerife, -el insularismo necesario-, cumpliendo ahora sí y en todo su conjunto con el único requisito que tiene de héroe: un final incomprensible, sobrenatural y con un punto dramático.

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