La Provincia - Diario de Las Palmas

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El periscopio

Eres más igual que yo

El espectáculo de los últimos debates celebrados en el Parlamento español, donde se enfrentaban Pedro Sánchez y Mariano Rajoy, ha sido lamentable. Hubo momentos en que parecía que teníamos a dos loros que no hacían sino repetir lo mismo: "y tú más", y otras lindezas por el estilo e, incluso, se llegó a situaciones que personalmente considero escatológicas porque olía verdaderamente a cloaca. Uno llega a la conclusión de que en política no existe la perfección. Siempre habrá alguien descontento o contrario a lo que piensas o hagas. No existen hombres y mujeres puros ni poseedores de la verdad absoluta. Tendrán siempre algo de lo que deban arrepentirse. Estamos, en cierto modo, contaminados por entornos negativos que de algún modo influyen en nosotros. Lo malo de algunos políticos es que se pasan el tiempo vanagloriándose de lo que han conseguido y haciéndose una propaganda narcisista, que les impulsa a creer que son perfectos y que nunca se equivocan. No se detienen a considerar sus errores ni a pedir disculpas por ellos.

Por otro lado, cuando no disponen de argumentos para apoyar algo que se hace recurren a la descalificación, a los insultos, al toma y daca, al "y tú más", y se acusan de todo aquello que, precisamente, los contrincantes realizan o han hecho mal también. ¿Cómo se pueden acusar de corrupción, si por un lado hay una fila de casos Gürtel, Eólico, Bárcenas, etc. y por otro, flotan los casos ERE, Pujol, y algún que otro alcalde o líder de esto o aquello, que se han embolsado dinero que no era suyo y que podría ser nuestro? Volviéndonos un poco evangélicos podríamos aplicarles aquellas frases de Jesús de Nazaret: "El que esté libre de pecado que tire la primera piedra". Verían entonces la larga fila de pecadores que se formaría, si fuesen verdaderamente sinceros y cabales. En ocasiones, las convicciones ideológicas o los propios principios que les han imbuido a muchos políticos son los que les separan y no les dejan ver la realidad. En vez de subirse al mismo barco y tratar de gobernarlo correctamente y conseguir que los que vayan dentro (el pueblo) vayan más cómodos, realicen una perfecta travesía y lleguen a buen puerto, obtienen el resultado contrario: o sea, que el buque se agite más de la cuenta y que, por ser pésimos marineros, no haya quien viva a bordo. Lo lógico es que si el tiempo está tormentoso, con marejadas y grandes sacudidas, se busque una solución compartida, consensuada, dialogada, respetuosa y no aprovechar el mar revuelto para tirarse, de forma inmisericorde, los trastos a la cabeza en vez de intentar que ese barco (la nación) se estabilice y navegue con seguridad. Es preciso que se aglutinen las sinergias de cada partido, de cada dirigente para extraer lo mejor de todos en beneficio de los demás. Los pasajeros (el pueblo) lo agradecerían eternamente. O sea, ya sin metáforas, que se contemple el aspecto social de la gestión política, sin acometer disparates en el económico; lograr que no haya marginación, ni desequilibrios, ni preponderancia de unos sobre otros, que se atienda debidamente la sanidad, la cultura, la educación integral, la solidaridad, el respeto al medio ambiente (del que depende nuestra vida en la Tierra) y todos aquellos servicios que palían las carencias de los más necesitados y especialmente, que haya una Justicia realmente justa, que nos iguale a todos y que deje sin impunidad a todos aquellos que tienen responsabilidades políticas o de otro orden y no realizan su cometido adecuadamente. ¡Y que haya transparencia!, en la práctica, no en las intenciones. No se piden milagros. Se pide solamente que haya unas reglas de juego claras y que se cumplan, que no sean solo teorías y papel mojado. Terminamos con más frases bíblicas: "Por sus hechos los conoceréis". Y también eso de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el nuestro. En conclusión: vemos fácilmente los defectos en el político que tenemos enfrente, o en un prójimo cualquiera, y no vemos los nuestros, que pueden ser aún mayores. Humildad, reflexión, responsabilidad, honradez, afán de servicio es lo que debe sobresalir en quienes ostentan cargos públicos.

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