Se ha escrito mucho sobre la literatura como refugio y espacio de libertad. Ah, la literatura, esa puerta abierta hacia formas alternativas del mundo de lo real. Imagino ahora a los lectores letraheridos ante la página oscura -impregnada de tinta negra, de noche- y me acuerdo de Ulrich, el protagonista de El hombre sin atributos, de Robert Musil. Un hombre con sentido, no de la realidad, sino de la posibilidad, extraño y no extraño a la época. "No tiene un sentido de las posibilidades reales, pero sí de la realidad posible", se lee en el libro. No persigue, ni consigue, lo que el común de la gente. Sin embargo, no sufre por ello. "Sabe que lo que él busca no es asible, y lo que encuentra de hecho podría ser de otro modo." ¿Acaso no hay más porvenir en lo no consolidado que en lo consolidado, tal y como piensa Ulrich?

Son ideas sacadas de contexto y, no obstante, podrían retratar a los destinatarios de la creación literaria. Lectores encerrados en sus cuartos a solas con su conciencia, que viajan sin desplazarse, a través de la literatura. ¡Cuánta dicha en esa soledad, de espaldas al ensordecedor ruido!

Así lo percibió también el narrador y protagonista de Los apuntes de Malte Laurids Brigge, de Rilke. En un pasaje del libro recuerda una escena de pequeño. Estaba de rodillas en la butaca para alcanzar la altura de la mesa en la que dibujaba. Era una noche de invierno y en la habitación solo había una única lámpara, alumbrando sus hojas y el libro de su mademoiselle. Sentada esta a su lado, un poco más atrás, leía concentrada. Escribe Malte: "Ella estaba muy lejos cuando leía, y yo no sé si era en su libro; podía leer durante largas horas, volvía raramente las páginas, y yo tenía la impresión de que bajo sus ojos las páginas se hacían sin cesar más llenas, como si su mirada hiciese nacer allí palabras nuevas, ciertas palabras que ella necesitaba y que no estaban allí. Imaginaba esto mientras dibujaba". Es una cita que parece referirse a los lectores que no reciben de forma pasiva la lectura de una obra. Personas capaces de leer otro libro, el suyo propio, del mismo libro. Y de vivir el ancho mundo de posibilidades como anticipo de otra realidad futura.