Mar, el segundo largometraje de la cineasta chilena Dominga Sotomayor, narra las vicisitudes creadas alrededor de un vehículo con el que una pareja de jóvenes se marcha de vacaciones a la localidad costera argentina de Villa Gesell. A pesar de que en medio de la película hay un misterioso robo con nocturnidad, la llegada de la progenitora de uno de los miembros de la pareja, que posteriormente se revela que tiene problemas con el alcohol, e incluso la muerte de una persona tras ser alcanzada por un rayo, se trata de una historia tan anodina como insustancial.

La directora reconoció en una entrevista que Mar surgió espontáneamente, no fue una película planeada, e incluso admitió que comenzó a filmar sin saber si finalmente el resultado del rodaje iba a ser un largometraje o en un cortometraje. Por este motivo la improvisación llegó hasta tal punto que cuando en medio de la filmación un rayo mató a unos veraneantes, decidió añadirlo a la historia.

Mar hubiese quedado mucho mejor si se hubiera ceñido a la duración propia del cortometraje, porque está bien rodada y mejor interpretada, pero debido al evidente deseo de convertirlo en un largometraje, lo que hace es estirar un argumento tan pobre que lo único que consigue es arar en el mar, es decir, no conseguir nada.