La Provincia - Diario de Las Palmas

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A la intemperie

Todo eso

De las campañas y precampañas electorales en marcha puede sacarse poca sustancia. Las juntas todas, las exprimes como una bayeta y no sueltan ni cien gramos de racionalidad. Pero qué vas a hacer: mirarlas porque forman parte del paisaje. Hay gente que en quinientos quilómetros se para diez veces frente a los sucesivos anuncios de "Paisaje Pintoresco". Se entiende por paisaje pintoresco aquel digno de ser pintado o fotografiado. España está llena de paisajes pintorescos con sus respectivos balconcillos y sus telescopios de moneda. Las campañas electorales a las que estamos asistiendo constituyen un conjunto de paisajes pintorescos de carácter moral. Quiero decir que desmoralizan lo suyo. Producen desaliento, en fin, sobre todo las tardes de los domingos, que conservan esa amenaza infantil del lunes con los deberes por hacer.

El sofá familiar es una especie de vehículo que recorre los sucesivos telediarios. Viene a ser como si, en lugar del coche, se moviera el paisaje. El conductor es el que maneja el mando a distancia. Hay conductores que recorren todos los telediarios, deteniéndose en las zonas más escarpadas de cada uno de ellos. Aunque, para zonas escarpadas, los debates televisivos, que, tras unos años de gloria, comienzan a cansar. No por nada, son muy buenos, pero son siempre idénticos. Al vigilante de la sala de Las Meninas del Museo del Prado no puedes pedirle que se extasíe a diario frente a la pintura de Velázquez. Lleva viéndola 21 años, que son siete trienios, creo. Le tendrá cariño, no decimos que no, porque el roce es lo que engendra, pero no podemos exigirle la fascinación que sentimos nosotros, que la visitamos de Pascuas a Ramos.

Esto es lo que pasa con la excesiva acumulación de campañas, precampañas y debates televisivos, que cuando alguien se dispone a abrir la boca, ya sabemos lo que va a salir de sus labios. Se les nota la buena voluntad, pero la buena voluntad no basta para mantenerle a uno frente a la tele o con la radio en la oreja. El cansancio: he ahí otra forma de desafección. Sobre todo, cuando el cansancio se combina con problemas domésticos graves: el paro, la hipoteca, el miedo al futuro y todo eso.

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