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La presidenta andaluza mantiene al PSOE

Andalucía es diferente. Todas las miradas estaban puestas en los resultados de las elecciones de ayer para calibrar la salud del bipartidismo y la magnitud del terremoto que provocaría Podemos y en menor medida Ciudadanos. Pese a los escándalos de los cursos de formación, de los ERE, de tener a media cúpula del anterior consejo de gobierno de la Junta camino del banquillo de los acusados, los resultados de ayer constatan la fortaleza electoral de Susana Díaz (y en segundo término del PSOE), que ha mantenido los registros de 2012 aunque con menos porcentaje de apoyos y frena de alguna forma el vendaval que las encuestas le daban a Podemos.

Pese a la salud de hierro que muestra el socialismo andaluz, Andalucía comenzó ayer a dibujar en cierta forma el nuevo mapa político de España que esbozaban todas las encuestas y que pone en cuestión al bipartidismo, el sistema tradicional con el que se ha funcionado prácticamente desde 1978. La grave crisis política derivada de la económica y la falta de respuesta firme de los dos partidos mayoritarios a la corrupción y a los cambios exigidos por los ciudadanos dan como resultado el primer parlamento fragmentado en la historia de Andalucía con cinco formaciones, pero con un PSOE que resiste con nota la llegada de Podemos y el PP suspende frente a Ciudadanos. El bipartidismo que todos daban ya por muerto sólo sale herido en Andalucía: PSOE y PP aglutinan más del 60% de los votos.

El partido de Pablo Iglesias ha obtenido unos notables resultados, pero muy inferiores a los que le daban todas las encuestas y de los 22/23 diputados de algunos sondeos se quedan con 15, que ya son. Un aviso de lo que puede suceder en España y que define el grado de indignación, desesperanza y rebeldía instalada en parte de la sociedad.

Los resultados dejan también una debacle del PP en Andalucía, con la pérdida de 14 puntos y 17 diputados frente a su mejor resultado de 2012, donde ganó con 50 escaños pero no gobernó, y muy cerca de su peor registro electoral de 1996, cuando obtuvo 26 parlamentarios. Mariano Rajoy ya ha recibido el mensaje claro de que su discurso de la recuperación económica y de la promesa de creación de empleo que monopolizaron sus cinco intervenciones en Andalucía son claramente insuficientes hoy en día.?Si ésta era su estrategia y en ella depositaba su confianza para las elecciones generales, deberá revisarla. Los pésimos resultados del PP en Andalucía son atribuibles a Rajoy, que se volcó en la campaña electoral junto a casi todos sus ministros y a su candidato, Juanma Moreno, se le puede responsabilizar de no haber sido capaz de movilizar a su propio electorado, a sus alcaldes y de evitar la masiva fuga de votos a Ciudadanos.

Izquierda Unida logra seguir a flote a duras penas y de los doce escaños que tenían en 2012 mantiene cinco, cuando casi todas las encuestas los situaban en la marginalidad de dos o tres diputados fagocitados por la formación de Pablo Iglesias y por el pacto de gobierno que mantuvo con el PSOE. Las bases de IU nunca han comulgado con estas alianzas y siempre lo han castigado en las urnas.

La otra gran sorpresa de la noche electoral ha sido Ciudadanos. La formación de Albert Rivera se estrena con nueve diputados en el Parlamento andaluz. Al PP le ha salido un competidor que se presenta como la esperanza y con la virtud de no querer romper con el espíritu de la Constitución del 78 pero con la idea de cambiar lo que no funciona. El electorado popular ya tiene otra marca en la que se siente cómodo, sin disimulos públicos.

Esta es la foto fija, la de hoy, después de que el 58,17% de los andaluces haya votado en las urnas, dos puntos y medio menos que en 2012 y que certifica también que los dos grandes partidos han sido incapaces de movilizar a su electorado. No han funcionado las llamadas al voto útil del PP, ni la del voto para lograr una amplia mayoría que reclamaba el PSOE. Entre los dos partidos han perdido casi 18 puntos y unos 700.000 votos han emigrado a otras formaciones.

España mira con atención. El nuevo tablero político andaluz es el anticipo de lo que se avecina en España pero con el factor corrector a la baja ya que Andalucía cuenta tradicionalmente con un partido de referencia, el PSOE como se demostró ayer, y un PP con mucha fuerza en las grandes capitales, lo que limará previsiblemente la proyección al alza de voto de Podemos y Ciudadanos en las generales. Los resultados de estas dos formaciones pueden ser incluso mejores pese a que previsiblemente tanto PSOE como PP recibirán la prima de escaños que corresponde a los partidos más votados en España debido a que nuestro sistema electoral prevé que el 40% de los diputados se elige en distritos pequeños.

Podemos, y en menor medida Ciudadanos, han pasado con nota su primera prueba de fuego en una comunidad donde carecen de infraestructura, de programa al uso y ajenos a la realidad de esta comunidad. El primero, porque acaba de nacer y elaboró cuatro ideas de forma apresurada como base de un programa que pocos conocen; y el segundo, porque ha ido construyendo su propia realidad de Andalucía a medida que avanzaba la campaña como prueba de que hoy tiene en Andalucía más militantes de lo que tenía el partido hace un año en toda España.

Los dos han pegando una patada en la puerta del bipartidismo con la intención de quedarse y en las próximas municipales se puede dar otra vuelca de tuerca más. Un ejemplo, en Cádiz capital Podemos ha sido la fuerza más votada.

Andalucía soy yo. Susana Díaz ha sido la ganadora de estas elecciones. Ha vencido, sí, pero se ha dejado más de 120.000 votos por el camino. Su estrategia de una campaña personalista le ha funcionado bien, sin injerencias del PSOE nacional y de su líder, Pedro Sánchez, al que incluso le mandó en plena campaña el mensaje de que los posibles pactos se negociarían en Andalucía y no en Madrid. Díaz era la que más tenía que perder y ganar en estas elecciones y su saldo es positivo. Ha frenado el efecto Podemos y logra una mayoría suficiente para gobernar en minoría.

El reto andaluz. El desafío que se plantea ahora en Andalucía es cómo se gestiona este nuevo parlamento fragmentado sin provocar una inestabilidad política en una comunidad que no se lo puede permitir debido a sus graves problemas con el paro. Los líderes políticos deberán hacer un esfuerzo supremo e incluso recuperar el espíritu de la transición para hacer del pacto ese pegamento que una la fragmentación de la opinión pública que reflejan los resultados electorales para evitar escenarios complejos y que sólo provocarían que Andalucía no afronte sus múltiples retos. Pero, desgraciadamente, esta situación no se producirá hasta después de las elecciones generales, por que ninguna fuerza querrá mostrar sus cartas y aventurarse en pactos que perjudiquen sus expectativas electorales en las generales.

Oído, cocina. Lo que sí esta claro es que tanto PP como PSOE han entendido el mensaje de que sus fórmulas tradicionales de gestionar la cosa pública les restan y que deben abrir nuevas vías de comunicación directa con los ciudadanos alejados del 'plasma de Rajoy' que tanto define los comportamientos habituales de dos partidos acostumbrados a un escenario político con cinco mayorías absolutas y seis relativas en el Congreso de los Diputados y siempre con un solo partido al frente del Gobierno.

De hecho, Mariano?Rajoy ya sabe que el PP no se puede agarrar sólo al discurso de la recuperación económica que ha lucido en cada uno de los cinco mítines de campaña en Andalucía y en el programa electoral para las municipales aborda nuevas medidas de regeneración y de lucha contra la corrupción, ya que las adoptadas hasta ahora eran insuficientes. En?Andalucía han perdido una oportunidad para lanzarlas y miles de votantes tradicionales del PP se han ido a los brazos de Ciudadanos.

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