La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Piedra lunar

Richard

Se acaba de celebrar en Valladolid el congreso 'La Literatura de Diario' y se concluye que habría que volver a dar cobijo a la tirijala literaria y descargar los papeles de tanta introspección política casi siempre sesgada por intereses sectarios y muchas asperezas en vísperas electorales y creemos que es verdad sobre todo para quienes escribimos sin estar sindicados sino por pura pulsión creativa o de compromiso con la tripleta que conforman el lenguaje el lector y el tiempo como dice García Montero en sus reflexiones recogidas en un libro serio que titula 'Un velero bergantín' y no se resiste uno a escribir la columna de hoy dedicada a un personaje anónimo de la ciudad cuyo nombre se fija en nuestra mente después de que haya desaparecido para siempre no solo de esta calle de al lado que es San Bernardo en pleno corazón de Triana sino de este mundo según me dice Héctor o Ernesto que ni él mismo sabe precisar su nombre porque también sus neuronas las tiene algo desnortadas de tal manera que lo hacen vivir casi siempre en la calle y de los transeúntes poniendo su mano piadosa cuando ayuda a empujar un carro lleno de alimentos que sale del colmado o portando las coloristas bolsas de basura doméstica o dirigiendo el tráfico en la esquina peatonal y muchas veces impidiendo que un automovilista colgado de su móvil aplaste a una señora desvalida cargada de años que ya no se defiende por sí misma y dice Ernesto o Héctor que los que noblemente viven en la calle como lo hacía Richard han ayudado a salvar vidas porque son ágiles en la mirada y veloces con sus cuerpos delgaduchos como el del anguloso Richard que iba y venía y subía y bajaba San Bernardo arriba y San Bernardo abajo en un santiamén diciendo adiós caballero que bien le sienta el sombrero sin pararse para nada ni con nadie como esta columna lector que ya se habrá percatado de que no tiene puntos ni comas ni paréntesis ni pausas porque es nervuda y neuronal como aquel Richard que allí mismo frente al Mercantil le lograba un aparcamiento de tres minutos a quien se bajara a comprar el periódico en el bazar de enfrente y cuando volvíamos a cruzarnos con aquel Richard ya desaparecido para siempre respetuoso y simpático no tenía pudor en repetir qué bien le sienta el sombrero parece comprado en 'Oriente' que acaban de cerrar después de setenta años en el barrio como cerraron ferreterías y almacenes y ahora son todo franquicias y terrazas por donde pasa la vida joven y la memoria y el olvido de este personaje que llenaba la escena como un actor de película urbana.

Compartir el artículo

stats