La Provincia - Diario de Las Palmas

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Entre líneas

Verdaderas mentiras

Nos lo enseñaron desde niños: "...¡no se dicen mentiras, está muy mal, muy feo, te crecerá la nariz, como a Pinocho...!" Maravillosa y sutil pedagogía. Así, fuimos creciendo en ese arte prodigioso del lenguaje para adentrarnos, adultos, en el mundo de la verdad, el verdadero mundo, con sus matices y contradicciones. Hoy ya sabemos manejarnos -más o menos- en el complejo entresijo de la comunicación interpersonal, entre lo conveniente, lo oportuno o adecuado; y hasta en lo impertinente y más o menos correcto. En las relaciones de dominio el fuerte impone su verdad. El débil esconde su mentira para liberarse o escapar. También podemos engañarnos a nosotros mismos.

Otros mamíferos lo tienen más fácil. Su lenguaje sonoro, que no verbal, es simple; se guían por gestos inequívocos y defienden su territorio marcándolo olorosamente. ¡Perdimos esas habilidades en nuestro zoológico salto evolutivo! A cambio hemos coronado la Biosfera desde nuestra conciencia individual hasta Conciencia Global, casi Cósmica. Y todo gracias al lenguaje, donde representamos y construimos la realidad. También es herramienta para controlar, acercar o distanciar; amar, defenderse o dominar. Siempre con La Verdad por delante, porque mentir es de muy mal tono; aunque eso va por zonas. Los políticos en USA -verbigracia- se la juegan si son mentirosos convictos. ¡Vade retro! Su captura es letal. Estos anglosajones son intolerantes con la mentira, si queda en evidencia. Hay que guardar bien las formas. El mejor arte consiste en crear y desarrollar una verdad que se constituya como referente ético y estético del poder y sea ampliamente compartida.

Es admirable. Pero, tal vez, resulten sus usos un poco primitivos para nuestra cultura greco-latina, verdadera cuna de la Democracia y el Derecho, del humanismo cristiano y -no lo olvidemos- la picaresca. Crisol mágico. Aquí sabemos cómo se cocina el poder. No nos tomamos todo tan al pié de la letra. Las formas importan, pero no tanto. En fin, tras los pródromos andaluces, va llegando la hora de la verdad. Ya nos la están contando por entregas en este año electoral, donde elegiremos libremente a aquellos que nos caigan más simpáticos. Los nuestros al poder, si es posible; valgan verdades, aunque sean de mentira.

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