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Papel vegetal

A vueltas con el velo

Aveces los tribunales lían más que aclaran. Es lo que ha pasado con la última decisión del Tribunal Constitucional alemán al lavarse las manos en el tema del velo musulmán en las escuelas y pasarles la pelota a los propios centros, a las asociaciones de padres de alumnos, a las autoridades locales o a quien sea.

Según ese tribunal, no puede establecerse una prohibición general del velo en las escuelas públicas alemanas, como la que existe por ejemplo en Francia, decisión que ha sido bien acogida por el Consejo Central de los Musulmanes, el sindicato de maestros y parte de la prensa, que ven en esa medida un nuevo paso hacia una "sociedad abierta".

La polémica sobre el velo estalló por primera vez en 2003 al querellarse una maestra de religión musulmana contra el "land" de Baden-Württemberg cuando se le denegó el derecho a incorporarse como funcionaria a la escuela por insistir en llevar velo durante las clases.

El mismo tribunal dictaminó entonces a título provisional que los "laender" del país podían prohibir el uso de esa prenda en las escuelas por contradecir los símbolos religiosos la neutralidad exigida a las instituciones públicas.

Doce años después el tribunal revisa su anterior decisión al atender positivamente las demandas de otras dos maestras que insisten en su derecho a no ver limitado en las aulas el libre ejercicio de su religión, algo que obligará a las autoridades regionales a modificar su legislación escolar para adaptarla al nuevo veredicto.

En su nueva sentencia, que da razón al multiculturalismo frente a la neutralidad de la escuela pública, los jueces dictaminan que el velo islámico no tiene por qué perturbar necesariamente "la paz escolar", por lo que no tiene justificación la sospecha generalizada sobre esa prenda.

El problema es que, como ya apuntan algunos periódicos liberales, entre ellos el semanario Die Zeit, es que la polémica en torno al velo se traslada ahora justamente al lugar donde menos conviene: a las propias escuelas.

¿Qué ocurrirá en adelante si unos padres para quienes el velo simboliza la opresión femenina deciden que su hija pequeña no reciba clases de una maestra que lo lleva? ¿Se verá perturbada entonces la paz escolar? ¿Y quién la habrá perturbado: los padres o la maestra obstinada en dar clase con el pelo cubierto?

Y, ¿quién dirimirá las previsibles disputas en torno al velo que no harán sino alimentar a grupos xenófobos de extrema derecha como Pegida (Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente)? ¿Serán las asociaciones de padres, la dirección de la escuela, las autoridades municipales, las regionales? El conflicto está servido.

Como ocurre también actualmente en Francia, no con el velo, que está prohibido en las escuelas, sino con los menús que contienen carne de cerdo, alimento que por razones religiosas consideran tabú, como se sabe, tanto los musulmanes como los judíos religiosos.

Aunque en ese caso, la solución parece más sencilla porque no debería costar mucho ofrecer menús vegetarianos o que contengan pescado o carne de pollo, por ejemplo. Lo cual evitaría discriminaciones entre los propios escolares.

En cualquier caso, hay que preguntarse, también en nuestra católica España, por qué no se garantiza la aconfesionalidad de las escuelas públicas, prohibiendo la ostentación de símbolos religiosos del tipo que sea y se limita la enseñanza de religión a las escuelas privadas confesionales, a las que los padres son siempre libres de enviar a sus hijos?

Lo contrario es alimentar disputas, fomentar odios religiosos, estimular la xenofobia y provocar conflictos sociales que impiden concentrarse en lo que realmente debería importarnos: el crecimiento de la desigualdad, la erosión de la democracia y el expolio por unos pocos de los recursos menguantes del planeta, entre otras muchas cosas.

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