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Crónicas galantes

Bolívar, el bolívar y los bolivarianos

Viceministros y otros altos cargos de la Venezuela revolucionaria se dejaron sobornar -gustosamente- por las empresas del malvado capital contra las que combatían y aún combaten; pero no conviene malinterpretar el asunto. En realidad, estaban homenajeando a Simón Bolívar y al bolívar propiamente dicho, que es la divisa nacional de su país.

Los jerarcas del círculo íntimo de Hugo Chávez se limitaron a socavar los fundamentos del sistema imperialista sin más que poner de manifiesto sus contradicciones. Bolivarianos a fin de cuentas, no hacían otra cosa que llenarse los bolsillos de bolívares; aunque tampoco le hiciesen ascos a los euros y a los dólares.

Para tan alto propósito no dudaron en tentar con la exigencia de comisiones a las multinacionales -españolas, en este caso- que pretendían obtener concesiones de obras públicas en la patria del petróleo. Su astucia tuvo el éxito esperado. Algunas de las empresas a las que se tanteó acabarían pagando mordidas por una suma total de 150 millones de euros, cifra que no es moco de pavo ni pedrada en ojo de boticario.

Una de ellas, por ejemplo, llegó a abonar un 5,5 por ciento de comisión a cambio del contrato de una central hidroeléctrica, porcentaje incluso superior al que cobran -por lo general- los mucho más modestos políticos españoles.

El curioso lance, descubierto tras la intervención de una banca privada de Andorra, demuestra que el dinero se hizo redondo para que el mundo gire: y ni aun las más extremadas ideologías son capaces de resistir a su poderoso influjo. Ni aquí, ni en Caracas ni en Pekín hay quien deje de flaquear en sus principios cuando alguien le pone una buena oferta sobre la mesa.

Los chinos, famosos por copiarlo todo, decidieron plagiar también la fórmula del capitalismo: y no se puede decir que les haya ido mal. Fue el Pequeño Timonel, Deng Xiao Ping, quien hace un par de décadas decretó la conversión de China al "socialismo de mercado", curioso pero eficacísimo híbrido que en tan corto espacio de tiempo ha convertido a la República Popular fundada por Mao en la primera economía del mundo.

"Enriquecerse es glorioso", dijo el revolucionario Xiao. Muchos chinos que ahora pueblan la lista de potentados de Forbes tomaron al pie de la letra el consejo. Pero lo más notable es que, además, los chinitos otrora hambreados comenzaron a ganar también dinero hasta el punto de que ya está naciendo una incipiente y lógicamente numerosa clase media en ese antiguo imperio asiático.

En Venezuela no ocurre exactamente lo mismo, pero da igual. Allí, los seguidores del teniente coronel Chávez no renuncian a las delicias del socialismo científico, con su habitual resultado de colas, racionamiento y tiendas desabastecidas. De los chinos han tomado solo la máxima que aconseja enriquecerse, si bien parecen aplicarla a título estrictamente personal. No es de extrañar, por tanto, que a diferencia de la próspera China, el país ande al borde de la bancarrota en abierto contraste con la opulencia en la que viven sus dirigentes.

Gloriosamente enriquecidos con los lucros de las mordidas, los chavistas han obrado el raro milagro de aunar lo peor del capitalismo con lo peor del comunismo; y hasta fueron quienes superan los logros de la escandalosa España del trinque.

Es lo que tiene confundir a Simón Bolívar con el bolívar que tanto abriga los bolsillos.

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