La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Al azar

Lubitz quería publicidad

Un copiloto estrella un avión alemán con 150 personas a bordo, mientras el piloto golpea con un hacha la puerta de la cabina que ha abandonado. La culpa, según concluirá todo observador desapasionado, es de la prensa. El sindicato de casta Sepla brama contra la difusión de la identidad del homicida por un fiscal ejemplar, en lugar de defender la excepcionalidad del comportamiento de su colega. Los aeronáuticamente correctos insisten en que se debió esperar cuatro años, a que los peritos emborronen los hechos insobornables. Los apóstoles de la privacidad denigran la atención polarizada en Andreas Lubitz, el día antes de que se desvelara que el joven alemán había profetizado: "Todo el mundo conocerá mi nombre". Por lo visto, los familiares de las 149 víctimas reales no tienen derecho a saber. Ninguno de los guardianes de la pureza aquí detallados protestó cuando terroristas islámicos fueron ejecutados sin contemplaciones en París.

Casi se me olvidan las críticas por la ignominiosa publicación de imágenes del dolor de familiares de las víctimas. Qué casualidad que los censores coincidan aquí con las grandes empresas que son responsables civiles de la catástrofe, originada por una conducta que debieron prever. Dada la insistencia en el papanatismo que sigue a cada atentado, recordaremos que solo la información protege a la sociedad en general y a los afectados en concreto. Según demuestran casos como el Yak-42, la prensa fue el último refugio de allegados de militares genéticamente reacios a los periodistas.

Y sí, los medios son brutales al generar un huracán que arrasa sin distinciones a un homicida en masa y a sus familiares. John Gray, nada sospechoso de favoritismo hacia el periodismo, admite en El alma de la marioneta que "la estabilidad de las sociedades avanzadas depende del moldeado de percepciones por los medios". Su insistencia voraz contiene la respuesta nacionalista, cuando un alemán mata a 50 españoles. O frena la venganza individualizada. Gracias sean dadas al sesudo New York Times y al frívolo Bild, en la tragedia que nos ocupa.

Compartir el artículo

stats