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Juanjo Jiménez

LP Confidencial

Juanjo Jiménez

Que es para hoy

H oy vamos a ilustrar, queridos hijos mustios, sobre la impuntualidad del político canario, aficionado a una retranca que se reproduce en todo el ámbito archipiélago con una puntualidad asombrosa.

Según un reciente estudio del Instituto de Demoras Temporales de Tasartico, que también se entregó con dos meses de retraso, la impuntualidad del gerifalte isleño es legendaria, piramidal y contagiosa.

Ejemplo. Hace unos días se inauguraba un chisme en el norte de Gran Canaria a las cuatro de la tarde. En un sitio ventoso e inclemente. A las cuatro y cinco minutos no se encontraba ni el 25 por ciento de la asistencia. A partir de las cuatro y diez venían más personas sin encontrar en este asunto mayor coña, mientras que los puntuales, en general huelegeranios y protocoletudos, hacían tertulia a imagen y semejanza de un velatorio a la espera de la arribada del más vivo del lugar.

Efectivamente, a la raya de los veinte minutos después de las cuatro -y ojo, porque hasta llegó pronto-, aparece el último mohicano, presidente de un cabildo de Gran Canaria sin especificar, porque señalar está feo y no es ni mucho menos el único, y, que lejos de disculparse por esta anomalía espacio-temporal, saluda a los allí reunidos como el que reingresa a la Tierra después de pasar dos meses en la Estación Espacial Internacional.

Se diría que su retraso, y el del resto de retrasados, era consecuencia de una reentrada descontrolada en las capas altas de la atmósfera, ajena a cualquier forma de previsión humana, y no el producto de una indisciplina y una falta de respetito a los convocados, cuando no un ánimo de hacerse notar, que de ello también hay un rato.

Esto tiene un pernicioso efecto multiplicador. Ya nadie teme perderse algo por llegar más tarde dado que nada empieza a su hora, de tal forma que entre más tarde llegas, menos tiempo pierdes. Así hasta el infinito.

Las nuevas formaciones políticas o los nuevos de las de toda la vida podrían incluir este desperfecto como una propuesta a arreglar en sus programas electorales. Porque, uno, a la persona de a ras se le exige pagar sus impuestos al dedo, y si se pasa un minuto, rianga un viaje de euros por demoras. Y dos, porque la diferencia entre la capacidad para bobiar de un político con respecto a un asalariado queda demasiado patente en la ingente cantidad de tiempo que le sobra para entregarse a esa pachorra.

Y queda feo, inglés.

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