Somos los miembros de la cofradía de las santas inauguraciones. En estos días de recogimiento y meditación, mientras la guanchedumbre huía a las playas a idolatrar a Acorán, aquí nos quedamos en la urbe nosotros cumpliendo la tradiciones religiosas, con nuestras medallitas al cuello y paseando junto a los santos. Nosotros, que no pasaríamos el filtro de medio Padrenuestro, aquí estamos haciendo exhibicionismo religioso. Qué dura es la política que nos convierte en devotos católicos, divertidos carnavaleros, parranderos en las romerías, hinchas en los estadios...

Año de elecciones, año de inauguraciones. Por eso hemos formado la cofradía de las santas inauguraciones. Lo importante es que en las hemerotecas estén las fotos con nuestras sonrisas de Profidén inaugurando cachitos de parques, gimnasios sin techo, castillos que tienen 500 años. Nuestra incultura y mezquindad suelen ser inversamente proporcionales al espacio que inauguramos o al artista al que rendimos el homenaje. Por eso nos preocupa más un atracón de protocolo que la contemplación de una obra de arte. En el manual del buen inaugurador la primera norma es llevar siempre al lugar que vas a inaugurar un contenedor con 200 toneladas de sectarismo. Si los representantes de las otras instituciones no son de tu partido debes ordenar al de protocolo que no los deje hablar. El inaugurador subalterno al que le quieren quitar la palabra debe estar dispuesto a no ir al acto.

Lamentamos profundamente no haber nacido hace 2.000 años. Lo bien que lo hubiéramos pasado en el huerto de Getsemaní. San Mateo, San Lucas, San Juan o San Marcos no hubieran dudado en darnos el papel de los fariseos en el huerto de los Olivos. ¿Acaso Getsemaní no es la sede de nuestro partido? Seguro que en hebreo existía la palabra tránsfuga. La política está llena de Judas Iscariote. Roma no pagaba traidores, pero los aparatos de los partidos premian las puñaladas, porque para mantenerse en la dirección es imprescindible un buen cuchillo, una linda traición y una capacidad para cambiar de dios. Aquí se trata de cambiar de dios o de chaqueta. Lo reconocía este domingo el propio Paulino Rivero en un periódico: "En CC he conocido a algunos pedros y judas que renegaron de mí y me traicionaron".

Pero aquí estamos en procesión. No podemos evitarlo. Y aquí seguiremos hasta el 24 de mayo, peleándonos por salir en la foto. Nos saltaremos las leyes electorales y llamaremos visitas a las falsas inauguraciones. Los que llevamos décadas inaugurando parques y rotondas con chaquetas de varios colores, hoy queremos inaugurar una nueva coalición electoral. Unos estuvimos bajo las gaviotas, otros con las siete estrellas verdes. Ahora nos arrejuntamos. Este martes los periodistas más jóvenes salían de la rueda de prensa preguntándoles a los mayores por nuestros nombres. Y los mayores no se acordaban: "El majorero era el marqués de las Dunas", "el de Tenerife es el hijo del constructor", "el de Lanzarote es el hijo de Dimas Martín" y "el de azul y amarillo es Bravo de Laguna". La verdad es que la rueda de prensa la podíamos haber celebrado en el Museo Canario, sumábamos más años que algunos de sus inquilinos. Pero el hijo de Dimas Martín se opuso rotundamente, le daba miedo que en medio de la conferencia apareciera Inés Rojas abrazada a Chil y Naranjo y pidiera el alta en nuestra coalición electoral ¿o se dice colisión?

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