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Javier Durán

¡Que vuelva la decencia!

Emilio Lledó, que ganó el miércoles el premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, es un pilar que se mantiene ahí y al que es necesario volver la vista para calibrar el tamaño de la bochornosa desarticulación ética en la que se ha visto inmersa la sociedad española. El filósofo, rodeado de 10.000 libros, es referencia para el contraste: el que fuese catedrático de la Universidad de La Laguna representa lo que hoy es calderilla, desperdicio incesante frente al ruido imperioso del canibalismo que procrea el éxito, la ambición desmedida, el poder desconsiderado, la desigualdad estranguladora, el ascenso meteórico, la banalidad extrema... Por ello resuena de manera especial, casi en las cavernas de los pulmones, su ansia por el retorno de lo extraviado en el camino: "Ojalá este domingo regrese la decencia". Tan fácil y tan difícil propósito, esperanza.

El autor del libro Lenguaje e Historia no reclama un voto determinado ni la victoria de un partido. No, sólo desea que vuelva la decencia, lo contrario de la indecencia, en definitiva lo que nos lleva a sentir vergüenza por el país donde vivimos, lo que nos hace más escépticos en minutos, lo que nos convierte en unos redomados nihilistas, lo que nos lleva a elevar al cuadrado las desconfianza ante los poderes del Estado...

Y dice también Lledó: ¡Que vuelva el servicio público! No, no se trata de que el transporte pagado por los impuestos de todos sea fiable, ni tampoco que las urgencias de los hospitales funcionen y sean más estables. No, se refiere a algo más íntimo: a la necesidad de que todos, más allá de los propios funcionarios, alcancemos el objetivo de poner nuestro saber, nuestra profesión, a disposición de los otros. Tal alto cometido se ha evaporado. La corriente explosiva de la corrupción se lo ha llevado por delante. El robo, la fechoría, ha pasado a ser el gran maestro.

El galardonado recuerda ahora los años en que de profesor en Alemania daba clase en los bares a los emigrantes andaluces, que iban a buscarse la vida a otro país sin apenas saber gramática española. Ser un político no es vivir en el lujo. Hay que reclamarle servicio público.

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