Abre el almanaque. Fíjate que enero tiene 31 días, febrero 28, marzo 31, abril 30, mayo 31? Mi abuela me enseñó que cerrando el puño (en aquellos tiempos cerrar el puño era algo sospechoso) podías contar los meses del año tocándote los nudillos, los meses de los nudillos tienen 31 días, los que están en medio tienen 30, menos febrero, que tiene 28. Y así llegas a diciembre y te da la suma perfecta: 365 días. Eh, eh, un momentito. Ahora salta el enteradillo de la caja del agua y te dice que febrero no siempre tiene 28 días, que cada cuatro años tiene 29, porque en realidad cada año tiene 365 días y casi 6 horas, así que para que para no sumar más días se inventaron los años bisiestos.

En el Parlamento de Canarias hay 60 diputados que son elegidos por el voto de un millón y medio de personas. ¿Valen lo mismo todos los votos? Pues, como en la granja de Orwell, en teoría sí, pero si empezamos a dar detalles nos daremos cuenta de que unos votos son más iguales que otros. Por ejemplo la suma de los herreños, los gomeros y los palmeros nos da 87.700 electores. Sin embargo, esos 88.000 (vamos a redondear por arriba) eligen a 15 diputados, la mitad de parlamentarios que son elegidos por 645.000 tinerfeños o por 646.000 grancanarios. Nos dirán que todos los sistemas electorales son desproporcionados y que no hay derecho a que las islas pequeñas sean las grandes olvidadas. Pero hay intentos de equilibrio que provocan exactamente lo contrario. La triple paridad fue un invento que se justificó para tener un parlamento canario menos fragmentado. Todos los sistemas electorales tienden a beneficiar a los partidos mayoritarios o a los que tienen más implantación en todos los territorios. Se puede entender que si unos vecinos de La Isleta se inventan un partido no tengan más garantía de meter diputados a costa de que no entre ni un herreño en el Parlamento. Pero a estas alturas de la película no tiene ninguna justificación, por ejemplo, que se hable del reparto por "provincias" y que a Lanzarote con 89.200 electores le correspondan 8 diputados mientras que La Palma, La Gomera y el Hierro eligen a 15 cuando las tres suman menos que la isla conejera.

A la distribución del voto por islas hay que añadirle las barreras electorales que cada año dejan fueran del Parlamento a decenas de miles de votos. Este año se quedó fuera Ciudadanos con 64.000 votos y el partido de Casimiro Curbelo con 5.900 logró tres diputados. Todos los partidos han prometido la reforma del sistema electoral. Pero al día siguiente de las elecciones se produce siempre la misma película. Coalición Canaria forma una comisión negociadora para elegir novio. Y los aspirantes al matrimonio siempre pasan por el aro, la novia siempre pide la misma dote: para casarte conmigo te olvidas de reformar el sistema electoral, y más ahora que va a cumplir tres legislaturas presidiendo el gobierno sin ganar las elecciones en número de votantes.

No creo que el sistema electoral canario sea el fallo más grave de esta democracia. Me parece más importante, por ejemplo, la separación entre el poder político y el económico. Más importante sería lograr que los empresarios más influyentes en nuestros gobernantes no sean los que más se saltan las leyes, los que menos respetan a sus trabajadores, los que resultan imputados solo por algunas de las fechorías que cometen, los intocables en la política, en los medios y en la judicatura. Pero ese cambio ocurrirá cuando se convoquen elecciones el 31 de febrero, mientras tanto seguiremos hablando de reformar el sistema electoral canario cada cuatro años, como los años bisiestos.

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