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El periscopio

África desea caminar sola

Cuando uno conoce África, el continente vecino y al que geográficamente pertenece Canarias, la gente se enamora de ella. Es una vasta extensión de gran belleza, con una gente admirable, pero también, con gran riqueza. Y es en este detalle donde se fijan más muchos europeos y las grandes potencias. Acuden allí para tratar de expoliar sus recursos, o de congraciarse con gobiernos, con tiranos, con dictadores, para facilitar esa labor de esquilmación. La verdad es que democracias, como nosotros las entendemos, existen todavía muy pocas.

Históricamente el continente negro ha sido robado y muchos de sus habitantes, esclavizados. Franceses, ingleses, alemanes, belgas, portugueses, españoles y árabes, explotaron allí sus colonias, se enriquecieron o buscaron mano de obra barata. Y no digamos nada del negocio de ventas de esclavos capturados para que trabajaran en el continente americano. Durante años los blancos que se establecieron en África fueron amos y señores, a los que sólo les preocupaba la rentabilidad y las ganancias, olvidándose, casi siempre, de los sinsabores, penas y hambrunas de los pobres nativos. Las infraestructuras que dejaron sólo servían para desarrollar sus negocios, no a los países que explotaban.

Más de uno dirá que también había, y continúa habiendo, organizaciones internacionales que han realizado acciones filantrópicas y para contribuir al desarrollo de determinados países y de sus habitantes. Entre ellas hay que mencionar a misioneros, cristianos o de otras religiones, y, últimamente, a determinadas ONG, que se muestran solidarias y no les empuja otro deseo que el de elevar el nivel de vida de estas personas. Aunque, también es cierto que últimamente en algunas naciones africanas actúan grupos fanáticos que quieren imponer sus creencias, como los de Boko Haram (especialmente contra los cristianos), los yihadistas o cualquier otro grupo intolerante y violento, a los que la Naciones Unidas, o las grandes potencias se ven impotentes para erradicar, o no ponen todo el empeño necesario para conseguirlo.

En África sigue habiendo miles de refugiados que viven en campamentos insalubres y viven de la ayuda de Cruz Roja u otras organizaciones benéficas internacionales. Son personas sin patria que huyen de persecuciones, de la crueldad, de las torturas y de los genocidios. Muchos de los que lo pasan mal en su país, intentan llegar a las costas españolas, a Grecia, a Italia, buscando esa paz y un futuro que no encuentran en su lugar de nacimiento. De ahí esa profusión de pateras, de viejos cascarones que arriban a las costas o son rescatados por barcos de las naciones europeas. Otros, mueren en su intento al naufragar y hundirse sus frágiles e inseguras embarcaciones. Que no ocurre solamente con los que proceden de África, sino también de países en guerra en otros continentes, como Siria, por ejemplo.

Los que logran entrar en lo que consideran su paraíso soñado, no siempre encuentran una feliz acogida, ni asomo de lo que ellos buscaban y a veces, ni un mínimo de humanidad y solidaridad. Los que realmente consiguen algún trabajo son explotados por aprovechados que no tienen conciencia. Otros, tienen que ingeniárselas para sobrevivir, bien lavando coches, trabajando en el campo, en tareas de recolección, o vendiendo objetos de artesanía africana. En otras ocasiones hay mafias (especialmente las nigerianas) que se dedican a explotar sexualmente a mujeres de ese continente, a veces también hombres, o les ofrecen el peligroso camino del tráfico de drogas y de la delincuencia, en general.

En los últimos tiempos, China está entrando en muchos de los países africanos. Pero no lo hace para realizar obras de caridad, sino para beneficiar sus propios intereses y sacar todo el provecho posible en la explotación de minerales o producciones agrícolas que necesita para su desarrollo y sostenimiento.

Bien es cierto que los africanos deben aprender a caminar solos, pero tiene que haber una forma de buscar sus mentes privilegiadas para que se formen y trabajen en beneficio de su gente y del desarrollo de sus naciones. Pero, en ese sentido, no creo que rechacen la colaboración y ayuda de aquellas otras naciones no africanas que sinceramente quieran contribuir a obtener esos fines.

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