Puede que hayan oído hablar estos días del voluntario de Protección Civil de Daimiel, Ciudad Real, que se dedicaba a provocar incendios para inmediatamente acudir a sofocarlos. Durante tiempo repitió el mismo modus operandi. Se desplazaba con su coche hasta las afueras de la población, prendía fuego a los rastrojos abandonados por las cosechadores y regresaba al parking del Ayuntamiento para dar la voz de alarma y sumarse a la brigada de bomberos a fin de apagar las llamas. Hubiera seguido haciéndolo de no ser porque la Guardia Civil halló posteriormente en uno de los focos de los incendios un embellecedor del vehículo que utilizaba y que había dejado atrás en sus precipitadas huidas. El hecho de que el pirómano se ocupe, a la vez, de apagar el fuego podría parecer paradójico y, sin embargo, no siempre lo es. En la política, por ejemplo, se lleva produciendo con cierta frecuencia.
El último caso más llamativo lo tienen en el Partido Popular, que se ha ofrecido a través de Cristina Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid, a sofocar como acusación particular el incendio de la corrupción que representa la trama Púnica, una operación que mantiene en la cárcel desde el 31 de octubre de 2014 al que fuera secretario general del PP madrileño y por la que fueron arrestados medio centenar de personas, entre ellos políticos, ediles, funcionarios y empresarios vinculados a ese partido. Pero Cristina Cifuentes hace bien, por perjuicios patrimoniales públicos y partidistas, en agarrar la manguera. El incendio de aquí a las elecciones arroja consecuencias imprevisibles. En un panorama con tanto en riesgo, el Partido Popular encarnará para muchos votantes la esperanza y para otros el mal menor como una única forma de interpretar España y la constitución. Cada uno lo puede entender de la manera que quiera, pero es algo que no se puede negar. Cifuentes hace bien en asumir el papel de bombero de los pirómanos y tratar de evitar que gran parte de esos votantes tengan que acudir a votar por unas siglas con la pinza en la nariz.
