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Sociedad y justicia

El papa Francisco y la comunión a los divorciados

Mi fraternal amigo Benjamín Forcano, teólogo de la Liberación, admirador sereno y ciego del papa Francisco, sabe bien lo que es haber sufrido los rigores de la Iglesia caduca y un tanto reaccionaria por integrista. Conforme con la conmoción producida por este Pontífice, paulatina y progresivamente, pero a elevada velocidad de crucero, en lo que antes, no siéndolo, parecía inamovible a divinis, acaba de reflexionar con su envidiable lucidez mental de la enseñanza del Papa sobre los divorciados y la comunión procedente nada menos de quien tenemos la inmensa suerte de ser católicos progresistas, no anclados ad eternum en viejos conceptos que parecían inamovibles y que sea precisamente él quien lleve las riendas del Vaticano, combatiendo eficazmente la idea de una Iglesia retrógrada que, entre otras consecuencias, ha sido fuente causante de una notabilísima pérdida de creyentes.

Fiel, pues, al conjunto de mutaciones ya preconizadas por el Santo Padre, este acaba de hacer estallar, por si fueran pocas, una más de las sorpresas que nos ha dado hasta ahora, en un tiempo tan breve como el transcurrido desde que no ha mucho, ocuparan la Silla de San Pedro, al afirmar contundentemente que los divorciados pueden hacer la comunión, enseñanza esta convalidada por la investigación teológica actual, por cuya razón, como no podía ser menos, mi amigo Benjamín, el teólogo antes citado, ha saludado "con amor y gratitud" las palabras que el papa Francisco ha dedicado a modificar la norma canónica que excluía a los divorciados católicos del sacramento de la comunión:

"Es necesaria una fraterna y atenta acogida, en el amor y en la verdad, hacia estas personas que, en efecto, no están excomulgadas, como algunos piensan: ellas forman parte siempre de la Iglesia", como nos recuerda el teólogo citado que menciona que la norma canónica dice que "los que existiendo un vínculo conyugal que lo impide, intentan contraer matrimonio, aunque sólo sea el llamado civil, son por el mismo hecho infames y si, despreciando la amonestación del Ordinario, permanecen en la unión ilícita, deben ser excomulgados o castigados con entredicho personal, según sea la gravedad de la culpa" (Código de Derecho Canónico, c. 2336). y que "los padres sinodales afirman de nuevo la indisolubilidad del matrimonio y la praxis de la Iglesia de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados que contra las normas establecidas han contraído nuevo matrimonio", como ya dijo Juan Pablo II en su Discurso durante la ceremonia de clausura del Sínodo de los Obispos, 2004-1980-9.

La anterior no es precisamente la forma de pensar del papa Francisco según expresó al principio de su pontificado en su encuentro con los medios de comunicación social en pleno vuelo durante su viaje a Brasil cuando dijo aquello de que "la misericordia es más grande para el caso de los divorciados. El cambio de época, unido a otros problemas de la Iglesia, ha dejado muchos heridos. Si el Señor no se cansa de perdonar, nosotros no tenemos más elección que ésta. Y la Iglesia es madre, debe encontrar misericordia para todos. Los divorciados sí pueden hacer la comunión, esto hay que mirarlo en la totalidad de la pastoral matrimonial. Será uno de los temas a consultar con los ocho cardenales. Es además un tema antropológico y también lo es el problema judicial de la nulidad de los matrimonios. Todo esto habremos de revisar".

Contra el criterio de muchos -como creo que tiene que suceder en el Opus Dei, cuyas horas altas parecían erróneamente haber perpetuado los dos Papas precedentes- puede incluso que sean demasiados quienes más o menos soterradamente acusen al papa Francisco de no asumir lo que hasta ahora parecía doctrina inconmovible de la Iglesia. Pero quienes así piensen incurren en un craso error ya que, por el contrario, trata tan solo -que no es poco- de recuperar la enseñanza de Jesús, desatendida por el magisterio oficial.

Me vienen a la memoria las palabras de Pedro Casaldáliga, un profeta de nuestro tiempo, quien con sus palabras en el XVI Congreso de Teología, denunciaba el desfase de los obispos en relación a la enseñanza de la teología:

"Con mucha frecuencia los obispos creemos que tenemos la razón, normalmente creemos que la tenemos siempre, lo que pasa es que no siempre tenemos la verdad, sobre todo la verdad teológica, de modo que os pido que no nos dejéis en una especie de dogmática ignorancia".

El matrimonio, como nos dice el amigo, es una realidad humana, existencial, que puede presentar incompatibilidades, dificultades, crisis, hasta rupturas. Para tales casos -añade- es cuando Jesús habla de no ser crueles e hipócritas ensalzando hasta el absoluto una ley con detrimento de otras leyes. Él propone el proyecto del matrimonio indisoluble como un proyecto ideal, una meta a conseguir, la mejor. Pero, sin perder de vista la condición humana que, por su debilidad e incorregibilidad, puede en ocasiones hacer imposible el logro de ese ideal.

(*) Presidente nacional de Ciudadanos de Centro Democrático (CDC)

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