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Papel vegetal

La responsabilidad de los medios

Lo peor que les puede pasar a los medios es recurrir continuamente a los estereotipos. Es lo que por desgracia tantas veces sucede, y lo hemos visto hasta la saciedad a propósito de la crisis griega.

En lugar de ayudar a entender mejor lo que allí pasa, cierta prensa, sobre todo la sensacionalista, pero también a veces la más seria, ha tirado con frecuencia de los peores tópicos sobre los distintos pueblos de la UE.

Lo vimos cuando a los países del Sur la prensa anglosajona nos encasilló en el Club Med (el Club Mediterráneo), aludiendo a nuestra supuesta propensión al ocio y a la juerga -el clima sin duda ayuda-, cuando se ha demostrado que trabajamos por lo general como media bastante más que los alemanes.

Se nos llamó también "cigarras", en alusión a la vieja fábula que habla de una cigarra que se pasó el verano cantando y, al llegar el invierno, se encontró sin alimento, por lo que fue a visitar a su vecina, la hormiga, que le recriminó, como hace ahora el Gobierno alemán con los griegos, su despreocupado estilo de vida.

"Día y noche a quien me encontraba/le cantaba, no te disgustes./ ¿Le cantabas? Me alegro/ ¡Pues bien, baila ahora!", le respondió la previsora hormiga en la famosa fábula de La Fontaine.

Pero eso no es nada, comparado con el trato que buena parte de la prensa germana ha dado sobre todo a los griegos desde que estalló la crisis y se hicieron necesarios los rescates: "Golfos, playa y deudas: Grecia es el país menos solvente del planeta", escribió, por ejemplo, la revista Stern. "El euro no es un ningún regalo de los dioses", señaló el serio Frankfurter Allgemeine. "Pensiones de lujo", denunció el sensacionalista Bild.

Un par de turistas alemanes con los que me topé recientemente y con quienes tuve una inevitable discusión sobre Grecia me explicaron que lo mejor que podían hacer los griegos era vender algunas islas. ¿Y por qué no vender a los chinos o a los qataríes, por ejemplo, el Partenón o toda la Acrópolis? Son ideas que ha sugerido en algún u otro momento la prensa germana.

Incluso un semanario tan reflexivo y serio como Die Zeit publicaba en su último número y en primera página el comentario de uno de sus colaboradores en el que éste calificaba de "un mundo al revés" el que el Gobierno de Atenas y en general la izquierda mediterránea pintasen a Angela Merkel y a su ministro de Finanzas como "los bribones" y a Alexis Tsipras en cambio como "el valiente guerrero que se enfrenta a la dictadura del capital".

Y sin querer ver la responsabilidad de unos gobiernos europeos decididos a arrodillar, como han hecho, al líder de Syriza y castigar todavía más al pueblo griego por haber osado elegir el partido equivocado en una Europa que sigue sólo las consignas alemanas, el periodista hablaba de que antes de que Syriza llegara al poder, Grecia estaba creciendo y en sólo medio año, Tsipras lo había terminado hundiendo.

Menos mal, añadía, que Europa ha "mostrado temple" y lejos de contentarse con un par de reformas cosméticas, le ha exigido a Grecia que a cambio del dinero que ahora le presta, "modernice" su economía.

Modernización que consiste, en una mayor flexibilidad laboral -léase facilidad de despido-, dotar de mayor eficacia a su sistema fiscal, que reconozcámoslo es un desastre, pero no por culpa exactamente de Syriza sino de los gobiernos que le precedieron, y acabar con los "privilegios" de los funcionarios griegos, sin duda el enemigo número uno de los privatizadores.

El comentarista reconocía las tensiones a las que la actual crisis había sometido al eje París-Berlín, aunque finamente éste había resistido, pero al mismo tiempo se felicitaba de que lo ocurrido con Syriza enviase "una señal tan necesaria como urgente a los españoles, que acudirán a las urnas este año".

La señal de que un pueblo no puede votar impunemente a "la extrema izquierda" y pretender luego cobrar de los otros socios europeos "sin ninguna contraprestación". Es una vez más la virtuosa cigarra, disfrazada de periodista, dirigiéndose a la insensata hormiga.

Menos mal, sea dicho en honor a la verdad, que ese mismo semanario publica en sus páginas interiores un largo reportaje de otro colaborador, hijo de padre griego y madre alemana, que explica el origen real de la crisis griega y señala que si se disparó allí la deuda pública hasta límites insoportables fue para rescatar a la banca privada, a la que por cierto no se le pusieron condiciones como ahora ponen al país.

Y da además algunas cifras muy elocuentes: antes de que estallara la crisis, la renta del ciudadano medio griego era de 997 euros mientras que hoy es de 640, y la contribución al PIB de su tan denostado por ineficiente y despilfarrador sector público era de en torno a un 45 por ciento del PIB, no muy lejos en porcentaje del alemán.

Y, ¿qué decir del peso de las pensiones en el conjunto de la economía? Representaba al inicio de la crisis un 12 por ciento del PIB, lo que es mucho, según reconoce el periodista, pero hay que tener en cuenta que en Grecia no existe ningún otro seguro básico: quien se queda allí en el paro cobra en el mejor de los casos durante un año el seguro de desempleo de 360 euros y después deja de tener ingresos.

Grecia es además un país en el que un 30 por ciento de los ciudadanos carecen de cobertura médica y donde la mortandad infantil ha aumentado a un 40 por ciento, señala también ese periodista, uno de los pocos que ponen un poco de equilibrio en una información sobre Grecia que por desgracia está fuertemente politizada, y no sólo en la prensa alemana, sino también en la nuestra.

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