Tras un impetuoso arranque como cronista barriobajero de historias negrísimas y humor haciendo juego, Guy Ritchie casi se ahogó en Barridos por la marea con su entonces amada Madonna, y cuando parecía coger aire fresco de nuevo con RocknRolla se pasó al cine lustroso y convencional con Sherlock Holmes, donde quedaba claro que se buscaba a un director de sobrados recursos para meterle un buen meneo a la cámara y disimular así las debilidades de un guión ocurrente y lleno de agujeros. Fue un éxito y hubo una segunda parte que acogotó todas las posibilidades de la historia. Pero el nombre de Ritchie ya estaba bien situado en la agenda de los que ponen la pasta. ¿Quién mejor que él para quitarle la naftalina a una vieja (y entrañable, como se dice en estos casos) serie de televisión (El agente de CIPOL, entre nosotros) de la que las nuevas generaciones no saben nada?
Operación U.N.C.L.E. se desarrolla en los años 60 tiritando por la guerra fría y, como ocurre en las recientes Espías y Kingsman, aunque sin llegar al desmadre, se echa mano con frecuencia del humor como forma de reirse un poco de James Bond (por aquello del parentesco). De hecho, hay escenas que parecen "miniremakes" de algunas ya vistas en las historietas de 007, aunque no conviene desdeñar su homenaje a los delirantes refritos europeos del trajín sesentero.
Ritchie enseña sus credenciales para sustituir a Sam Mendes al frente del agente secreto con licencia para matar, y lo cierto es que cualidades no le faltan: da un barniz irrealmente brillante a momentos de acción más vistos que el tebeo e imprime un ritmo tan implacable (respaldado por una banda sonora de postín) que se impone ser indulgentes con las carencias de un guión de poca monta y unos protagonistas que no siempre dan la talla (sobre todo Hammer) aunque dan el pego. Pero quien se lleva el gato al agua en este recomendable refresco veraniego es Alicia Vikander. Apuesten por ella.
