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Papel vegetal

Crece la xenofobia en Alemania

Resulta preocupante el fenómeno al que dedicaba la portada de su último número el semanario alemán Der Spiegel: el crecimiento de la xenofobia en ese país, que ya no se limita a los "laender" del Este como el de Sajonia, en lo que fue la Alemania comunista, aunque tenga allí la máxima virulencia.

Resulta preocupante no sólo por la propia historia del país, que sigue fresca en la memoria de muchos europeos, sino también por el grado creciente de violencia.

"En los seis primeros meses del año, radicales de extrema derecha han atacado casi diariamente asilos de refugiados y éstos temen por su vida", titulaba el semanario su reportaje.

Los incidentes de tipo xenófobo pueden ser incluso más numerosos de lo que reconocen las propias autoridades porque hay muchas víctimas de ese tipo de ataques que no se atreven a denunciarlos a la policía.

Si bien el presidente federal y el ministro de Justicia han hecho reiterados llamamientos a la paz social, hay políticos que no dejan de echar leña al fuego. Por ejemplo, el presidente de la Unión Cristianosocial bávara, Horst Seehofer, al denunciar públicamente los supuestos "abusos masivos" del derecho de asilo.

En Meissen, la ciudad de Sajonia que da nombre a una famosa porcelana, unos individuos conminaron a un grupo de refugiados que había alquilado una vivienda en su centro histórico a abandonar inmediatamente el lugar, y, después de que la policía no hiciera nada, el edificio donde se alojaban ardió en llamas.

Sajonia, en la antigua Alemania comunista, es el Estado federado donde más incidentes de tipo racista se vienen produciendo, y es precisamente allí donde más adeptos tienen las organizaciones de extrema derecha como el NPD, que llegó a tener incluso representación en el Parlamento regional.

En Dresde, esa bella ciudad sajona pintada por Canaletto - algunos la conocen como la Florencia del Elba- que quedó prácticamente destruida por la aviación aliada hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, el partido racista Pegida (Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente) organizó durante el pasado invierno marchas semanales contra musulmanes y otros refugiados.

Según Andreas Zick, director del Instituto de Investigación Interdisciplinar de Conflictos y Violencia de la Universidad de Bielefeld, han aumentado en los últimos años los prejuicios de la población alemana hacia los grupos extranjeros y los racistas militantes son cada vez más radicales, entre otras cosas porque creen encontrar apoyo en sectores de la población.

En Halle, otra ciudad de la antigua Alemania comunista, corren también noticias de incendios de automóviles y ataques con navajas contra inmigrantes, sobre todo gitanos de origen húngaro o rumano.

Es tal el odio de esos racistas virulentos que no perdonan a aquellos de sus compatriotas que, sean o no políticos, defienden a los inmigrantes y los injurian o se dedican a perturbar las reuniones en las que se trata del derecho de asilo.

En las redes sociales, bajo el manto del anonimato, pueden leerse cada vez más insultos y frases racistas, muchas de ella antimusulmanes o antijudías, con propuestas como la de enviar a Buchenwald a los refugiados que llegan y abrir allí otra vez la llave del gas.

Y, como precisa Der Spiegel, esos insultos no proceden sólo de la parte menos educada de la población, sino que la xenofobia afecta también a profesionales, que menosprecian a los refugiados porque carecen de valor económico para el país.

Según el jefe del gobierno del "land" de Turingia (también antigua RDA), Bodo Ramelow, esa parte deprimida del país ha perdido a miles de jóvenes bien formados, que fueron a vivir a Alemania Occidental, atraídos por las mejores oportunidades de trabajo, y ahora falta allí mano de obra capacitada.

Y, sin embargo, cerca de uno de cada dos habitante de esa región, en cuyas zonas rurales hay numerosas casas vacías que no se consiguen vender, cree que en Alemania hay demasiada gente extranjera y que ello es un peligro.

Si todo eso ocurre en un país con un nivel de paro de sólo un 6,2 por ciento, uno no quiere siquiera imaginarse qué ocurriría allí si el desempleo alcanzase los niveles de España o Grecia. ¿Ardería otra vez Alemania como en los años treinta?

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