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Crónicas galantes

Kafka en el proceso catalán

Entre todos los nombres disponibles en el mercado, el paladín Artur Mas y sus caballeros de la tabla independentista han elegido un título de Kafka para bautizar su proyecto de secesión de España. Inevitablemente, El Proceso -o próces, en catalán- comienza a adquirir rasgos de complejidad kafkiana.

La novela de Kafka aludía a un proceso judicial casi tan inacabable como el "proceso constituyente" en que se encuentra inmersa Cataluña desde hace tres años. Su protagonista es el bancario Josef K., al que una mañana detienen sin acusación concreta. El sumario se eterniza hasta que, por fin, el infeliz acusado asume la culpa de sus delitos, aunque en ningún momento llegue a saber cuáles son los cargos.

Algo más concretos, el presidente Artur Mas y sus colegas acusan a España de maltrato financiero a Cataluña. Los contribuyentes catalanes (al igual que los madrileños o los valencianos) estarían financiando con sus impuestos la buena vida de otros españoles menos emprendedores que ellos. La independencia pondría fin a tal injusticia.

Todo esto tiene un aire de déjà vu, de cosa ya vista y sobre todo oída en anteriores ocasiones. También los alemanes, los holandeses y en general los ciudadanos de la Europa más próspera suelen ver a sus vecinos del sur como gente más bien perezosa que se beneficia de sus contribuciones por medio de la Unión Europea.

A diferencia de Mas, eso sí, ninguno de ellos ha propuesto salirse de la UE para gozar en plenitud de su riqueza. De vez en cuando les ronda por la cabeza la idea de crear una Europa de dos velocidades para soltar el lastre de los pobres; pero lo cierto es que siguen manteniendo el principio de solidaridad.

Obviamente, no es el caso de los independentistas. Donde Merkel y Hollande aceptan la necesidad de que los países ricos apoquinen algo para los que no lo son tanto, Mas sugiere que lo suyo es suyo y no tiene por qué despilfarrarlo en solidaridades interterritoriales ni garambainas por el estilo.

Puede parecer egoísta, pero el egoísmo es a fin de cuentas un rasgo humano que cualquiera está en su derecho de ejercer. Otra cosa son los procedimientos que se empleen para conseguir el objetivo: y ahí es donde Mas se está adentrando en los terrenos de Kafka. Kafkiana, con tintes de Groucho, parece desde luego esa lista por la independencia que se presenta a las elecciones autonómicas del próximo mes sin programa, sin candidato y sin la menor intención de gobernar aunque gane.

Nada es lo que parece. Oficialmente serán unas elecciones de modesto alcance autonómico, pero en realidad Mas y sus socios las plantean como un plebiscito. Tanto que, si se cumplen ciertas circunstancias de orden aritmético, el nuevo Parlamento declarará unilateralmente la soberanía de Cataluña y, en consecuencia, el nacimiento de un nuevo Estado en la Península.

Para tan alto propósito, el conservador Mas ha aceptado el cuarto puesto en la candidatura que encabeza un rojo de manual como Raúl Romeva, un ecosocialista con look de Mr. Proper que ya ha puesto algunas objeciones a dejar correr el turno. El resto de la lista mezcla, revolcados en un merengue, a políticos, deportistas, líderes de asociaciones culturales, escritores, cantantes y hasta un entrenador de fútbol, apoyados desde fuera por una monja y una tertuliana de Sálvame. Entre Kafka y Karmele Marchante, el proceso sigue su inacabable curso.

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