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Inventario de perplejidades

Kubala y los 'kubalitas'

Dentro de la serie Memorias en blanco y negro que publica el periodista Alfredo Relaño le tocó el turno esta semana al debut de Kubala en la competición oficial en un partido de Copa contra el Sevilla. Comenzaba la década del 50 y por fin se habían terminado los problemas burocráticos que impedían su alineación con el Barcelona desde su fuga de la Hungría comunista y su posterior retirada de licencia por la FIFA. El fenomenal futbolista había deslumbrado previamente durante una gira por España con el Hungaria, un equipo de exiliados de países del Este que entrenaba su cuñado Fernando Daucik, un estratega que solía descubrir talentos en los jugadores cambiándoles de puesto.

Yo recuerdo, siendo muy pequeño, haber visto jugar al Hungaria en Riazor. Y ya entonces maravilló con su dominio asombroso del balón, su utilización del cuerpo para protegerlo, su regate indefendible y sus faltas lanzadas con efecto, una técni- ca que era una novedad. Marcó un gol, burlando contrarios en una rápida carrera hacia la portería, y el público se rindió a las habilidades casi circenses de aquel atleta rubio. Gracias a actuaciones como esa, el Barcelona maniobró para ficharlo y consiguió que Franco le otorgara estatuto de refugiado político, primero, y la nacionalidad española, después.

Sin animo de exagerar, podría decirse que en el fútbol español hay una época antes de la llegada de Kubala y otra después. Ocurre algo parecido con la llegada de Di Stefano al Real Madrid. Pero hasta que eso último se produjo, el dueño absoluto de la admiración juvenil fue el delantero húngaro. En todos lo patios de los colegios de España se intentaba imitar los regates de Kubala, y el fútbol aficionado estuvo pronto lleno de jugadores que se apodaban Kubalita a poco que fueran algo gorditos, rubios y muy dados a retener la pelota a base de codazos. El fenómeno de masas arrasó durante un tiempo y hasta las aficiones de los equipos goleados por Kubala y sus huestes ovacionaban su juego. Al Sporting de Gijón le metió él solo siete goles, una marca que no ha sido igualada, y en Riazor el público le pidió a coro que rematara la goleada con un gol de tacón. Y lo hizo.

Su popularidad era máxima y hasta el gobierno de Franco, que no daba puntada sin hilo, favoreció el rodaje de una película, Los ases buscan la paz, en la que se relataba su fuga del telón de acero y su feliz arribada al paraíso español. La carrera de Kubala, pese a las lesiones, fue un éxito como futbolista y como entrenador, faceta en la que llegó a dirigir la selección nacional. Solo le faltó que un poeta le compusiera una oda. Como hizo Alberti con Platko, un portero húngaro que jugó en el Barcelona de antes de la guerra y luego entrenó al Celta.

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