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Al azar

Populistas del mundo, uníos

El sonrojante homenaje del ministro Fernández Díaz a Rodrigo Rato ha impulsado esta semana una lluvia de artículos periodísticos... contra Podemos. Un contribuyente español puede pasarse 24 horas diarias leyendo textos que abominan del partido radical, que cuenta con cero ministros y cero diputados. En atención al volumen de prosa adversa que desaloja, la formación de Pablo Iglesias está gobernando España mucho peor que el PP, por no hablar de las deficiencias de su tarea legislativa. Este género denigratorio se remonta a un año atrás, pero ahora pueden leerse las mismas invectivas traducidas al inglés. Por fortuna, se dirigen contra otros candidatos.

Los ascensos simultáneos del diputado laborista Jeremy Corbin y del senador socialista estadounidense Bernie Sanders complican la descalificación global de los votantes indignados. El político británico es asociado por su teórico correligionario Tony Blair con el Apocalipsis. El también veterano candidato demócrata norteamericano congregó a 28.000 personas en un mitin, por encima de cualquier aspirante actual a la Casa Blanca y complicando las opciones de su compañera de partido, Hillary Clinton. Con el precedente de la experiencia española, se puede imaginar que las élites no han escatimado dardos contra los insolentes. Así, el semanario italiano The Economist destaca con desaprobación que Corbyn es abstemio, una vergüenza para la tradición dipsómana mitificada en Winston Churchill.

La aureola populista envuelve asimismo en Estados Unidos al tupé de Donald Trump, un populachero en las antípodas de Sanders y exorcizado con mayor dulzura por los guardianes de la ortodoxia. El tea party ultraconservador goza de mejor prensa que su equivalente progresista, del mismo modo que el chotis party de Esperanza Aguirre obtiene más simpatía de los intelectuales opuestos. Hasta la fecha, Iglesias, Corbyn o Sanders disfrutan de la atención que reciben con independencia del tono beligerante que suscitan. El diario japonés Financial Times lo ha expresado con mayor exactitud, al titular que "Marginales deslenguados disfrutan cabalgando una ola de populismo".

Los candidatos sin hierro de ganadería solo pueden apoyarse en sus pares de otros países. Sin necesidad de entablar relaciones diplomáticas ni de embarcarse en una relación personal, se defienden apelando a la dimensión planetaria del fenómeno que encarnan. Cuando el diario italiano La Repubblica confronta a Corbyn con la "devastación" que puede causar en el laborismo, el diputado extremista se refugia en el paralelismo con otros países. "El triunfo de mi candidatura es parte de un movimiento que está en marcha en Europa e incluso en los Estados Unidos. Mirad al senador por Vermont, Bernie Saunders, mirad a Syriza en Grecia, a Podemos en España". Sin ánimo de ofender, es probable que el pujante Corbyn desconozca el nombre del político que sería su teórico igual español, un tal Pedro Sánchez.

No se aclara suficientemente cuál es la alternativa al populismo, tal vez radique en Lehman Brothers, la lista Falciani del HSBC británico o Luis Bárcenas, amigo íntimo de Rajoy. En todo caso, los denostados populistas ni siquiera reclaman el manifiesto revolucionario de un tal Sarkozy, cuando exigía "la refundación del capitalismo" desde la derecha tradicional. Se han quedado en una respetable rebeldía pequeñoburguesa y antitaurina, mientras cabe preguntarse cuántos populistas tienen que surgir para que sus propuestas dejen de ser una herejía intolerable. Los contestatarios que denuncian las recetas de austeridad lucen paradójicamente una figura austera hasta el ascetismo, mientras la ortodoxia les exige que pidan perdón por lo que nunca han hecho y que se intenta que nunca puedan hacer.

Corbyn exterioriza su apego a un tal Marx, filósofo malogrado por una sobreexposición calenturienta a los volúmenes de la British Library. El senador Sanders no rechaza la etiqueta de socialista, que en Estados Unidos casi rima con terrorista. Iglesias militó en las juventudes del PC. Populistas del mundo, uníos. Si el fenómeno adquiere carta planetaria, deja de ser fruto de una distorsión local para exigir interpretaciones de cierto calado. Quienes satanizan las diversas manifestaciones de Podemos, se consolarán con el florecimiento de opciones que por fuerza han de contemplar con mayor simpatía. Así, el brasileño Lula fue el buen salvaje asimilado por la ortodoxia, por lo menos hasta que se descubrió que dejaba pequeño a Rodrigo Rato. Los brasileños que salen hoy a la calle contra su heredera, Dilma Rousseff, postulan directamente la sustitución del corrupto Partido de los Trabajadores por una intervención militar.

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