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Opinión

Tunte, 536 años de la victoria

El municipio de San Bartolomé de Tirajana está en sus fiestas mayores en honor a su patrón el apóstol San Bartolomé que tienen su raíz y fundamento hace 536 años cuando, el 24 de agosto de 1479, desde los montes tirajaneros los nativos infligieron una humillante derrota a los invasores castellanos en lo que se denominó "batalla de San Bartolomé", librada en aquellas cumbres cuando, en su retirada, las tropas que mandaban el obispo Juan de Frías y el capitán Juan Hernández Cabrón, fueron sorprendidas a la altura del Macizo de Humiaga -llamado Risco Blanco- donde antes habían destruido el "templo aborigen" que allí existía. Esto provocó la fulminante reacción de los valientes grancanarios que obtuvieron así una gran victoria, aunque cuatro años después -el 29 de abril de 1483, en el Real de Ansite- se traduciría en la derrota que consumó la conquista de la Isla y supuso la plena incorporación de Gran Canaria a Castilla.

Refiere el historiador José de Viera y Clavijo que el gobernador Pedro de Algaba y el deán Bermúdez decidieron intentar una expedición marítima y hacer el desembarco por la parte del litoral de las Tirajanas al mando del comandante Pedro Hernández Cabrón que arribó por Arguineguín confiado en hacerlo sin el menor obstáculo y contratiempo, toda vez que los nativos grancanarios, tan pronto divisaron los navíos castellanos se retiraron a las cumbres y se escondieron para proporcionar que los invasores disfrutaran de libertad y penetraran valle adentro e isla arriba.

Fueron listos los indígenas grancanarios toda vez que, después de desembarcar en Arguineguín, la expedición militar castellana al mando de Hernández Cabrón se adentró por el barranco y, a medida que avanzaba, se iba estrechando el paso circunstancia que aprovecharon los valientes isleños para ir tomando posiciones estratégicas en las alturas, desde donde dominaban completamente la situación, resueltos a cortarle la retirada en los desfiladeros y pendientes que estaban a la vista, hecho que ejerció influencia importante en el ánimo de los soldados castellanos que comenzaron a sentir temor, miedo y en sus ánimos se consideraron presos de intensísima intranquilidad. Desde las montañas, los canarios derrocharon tal ímpetu que ocasionaron a los castellanos cuantiosas pérdidas y más de cien soldados resultaron heridos, lo que les llevó a abandonar y restituirse a las embarcaciones. Un cristiano que servía de práctico advirtió a Hernández Cabrón del peligro a que se exponía su gente. Pero el comandante, que ni conocía ni, por lo que parece, tenía experiencia del valor y ligereza de los grancanarios, le respondió: "¡Anda, hijo, anda, que yo no tengo miedo a gente desnuda!", y prosiguió su marcha.

Pero aquella "gente desnuda" que estaba conducida por el Faycán de Telde se echó sobre los conquistadores castellanos con tal ímpetu y griterío que provocó una masacre: 22 hombres muertos, más de 100 soldados resultaron heridos y 80 fueron hechos prisioneros, a lo que hay que añadir la fuerte pedrada que el comandante Hernández Cabrón recibió de lleno en la boca y le quebró todos los dientes. Los guerreros de Tirajana persistieron en su lucha contra los castellanos obligándoles a refugiarse en sus naves con el obispo don Juan de Frías que les acompañaba. Los castellanos escaparon vivos, milagrosamente, por lo que el Obispo Frías, en acción de gracias al santo de aquel día -24 de agosto de 1479- instituyó como patrono del lugar al apóstol y mártir San Bartolomé. Desde entonces el apóstol es patrón principal del municipio de la Real e Histórica Villa de San Bartolomé de Tirajana y santo titular de la parroquia a la que da su nombre desde su creación el 10 de marzo de 1590.

Hasta hace quince años la fiesta principal de San Bartolomé, patrón del municipio, se reducía al solemne acto religioso de la función eucarística, la procesión y las verbenas de la víspera. Sin embargo, desde hace catorce años Tunte incluye en el programa de sus fiestas en honor a su patrón San Bartolomé un acto denominado "la bajada del carbonero" en homenaje a las familias que en épocas de guerras y entreguerras, como consecuencia de la hambruna su único medio de subsistencia era el carbón, que fundían para provocar, calor y fuego con que afrontar las labores del hogar y calentar las viviendas para contrarrestar los fuertes fríos invernales. Los hornos de carbón bajo tierra se hacían de noche y a escondidas, ya que estaba prohibido y estrechamente vigilado por la Guardia Civil. La "bajada del carbonero" es un número lúdico, con mayoritaria participación infantil y jóvenes, con rostros y vestimentas tiznadas, que salen desde la zona de Las Lagunas y atraviesan las calles de San Juan, El Roque, Corazón de Jesús, El Rosal, Capitán Cortés, Reyes Católicos y Santiago Cazorla acompañados de papagüevos y música pachanguera, en actitudes que distan mucho de la afinidad, sinonimia, analogía y coincidencia que debían guardar con la realidad, que debería ser la esencia y raíz de lo que se intenta representar.

El amigo y colega periodista Pancho Guerra, en su obra "Memorias de Pepe Monagas" proporciona detalles fidedignos de la realidad y autenticidad de lo que en sus orígenes eran y hacían los carboneros de Tunte. "De antiguo hacia mi gente carbón, cortaba timones, sacaba resina, preparaba manojitos de tea, en una emperrada y brava pelea contra los guardamontes y la pareja de la Guardia Civil" (Op. Cit., pág. 63. Edición Mancomunidad de Cabildos y Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana. Plan Cultural 1977).

En boca de Pepe Monagas: Pancho Guerra detalla minuciosamente el proceso demoledor y exterminador que se llevaba a cabo por los depredadores de los montes tirajaneros, cuando expresa: "Y era humo en el bosque, no solo el penacho negro que levantaba la hoya ardiente, sino los golpes del hacha, que el silencio fino de los altos llevaba lejos, por en medio de ese arrullo de palomos que tiene el pinar, hasta las orejas alerta de los que lo celaban. Había que montar vigías en las ramas más desarboladas, había que silbar largo desde los cerros para cantar moros en la costa del monte... Si las cosas marchaban y caían los altos leños, buenos para carbón, o los gajos y pinos nuevitos, amañados para timones, el trajín habría de hacerse de noche, sacando al oscuro las bestias -algún mojino lamparoneado de mataduras, una muleja huesuda y resoplante- del camino real a los veredos y atajillos desriscados de maltranco inclusive para cabras. Si la noche estaba de sorimba y ventanero, miel sobre hojuelas, porque los de la guarda se embujeraban, seguro. El penoso tiempo ayudaba también las ganancias, ya que enchumbaba la carga negra y luego rejundía más en la romana".

Precisa Pepito Monagas en el capítulo citado de sus "Memorias" que "así salían y llegaban lejos el carbón de pino, las varas tiernas, los haces vivos y olorosos de la tea. Luego había que regresar por los mismos senderillos de cañada, los más a trasmano, porque en la cara y las ropas de los timoneros y carboneros, en los forros de las albardas y en el mismo pelo de las bestias, se agarraba como ladillas el rastro de la prohibida mercancía. Una vida perra como la madre que la parió. Salían casi todos tiznados, en cara, manos, cuello y ropas y cuando huían de la Guardia Civil tenían que buscar un buen escondite para evitar duras reprimendas..."

La preocupación por nuestros árboles y por nuestra flora fue antaño muy ejemplar y fructífera, según el "Manuscrito" de Francisco Melgarejo, de 1529, que recoge las Ordenanzas de la Isla de Gran Canaria por las que se sancionaban a los contraventores.

Durante siglos, carboneros, aserradores y pegueros contribuyeron a reducir los pinares canarios hasta las altitudes superiores a los 900 metros. Se estima que en su empeño por cubrir la demanda maderera de los siglos XVI, XVII y XVIII convirtieran a los Llanos de La Pez en un auténtico erial. El Pinar, que en los primeros años del pasado siglo XX, abarcaba en su ámbito los términos municipales de Agaete, Aldea de San Nicolás, Artenara, Tejeda, Sta. Lucia y San Bartolomé de Tirajana, hoy está escondido en un rincón al sudoeste de 1a Isla. Por eso, en abril de 1836, según un informe de la Sociedad Económica Amigos del País, el Ayuntamiento de Las Palmas comisionó a los señores Conde de la Vega Grande y don Germán Mujica para que investigaran el estado del pinar y emitieran un informe sobre el escandaloso corte que se había hecho y se estaba haciendo, de pinos para maderajes, leña, y carbón; informe que concluye diciendo que, "como consecuencia de aquel criminal desorden, habían quedado yermos..."; y que "en aquella porción de terreno, que sustentó tan frondosos árboles, no se veía sino triste aridez, y escuálidas montañas, salpicadas todas de mutilados troncos de los seculares pinos que allí existieron". El fenómeno continuó en la segunda mitad del siglo XIX, "en el viejo Muelle de Las Palmas donde carpinteros de ribera de la isla trabajaban en estos astilleros y, con maderas de nuestros bosques, construían goletas y demás pailebotes para la pesca berberisca" como describe Domingo J. Navarro. Esto se agudizó en el siglo XX a causa de las dos contiendas mundiales con sus correspondientes secuelas de miseria donde "patrullas de carboneros clandestinos quemaron parte de las zonas boscosas de medianías y cumbre, a fin de obtener con la transacción comercial de este negocio, el necesario sustento para sus familias".

Es una lástima que este número de la "bajada del carbonero" no se encamine por derroteros ajustados a la seriedad de los hechos que se intentan rememorar.

Estimamos que tanto el Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana, en general, como sus correspondientes concejalías de cultura, educación y festejos deberían aprovechar la ocasión e institucionalizar, cada año por estas fechas, una visita de niños y jóvenes estudiantes -¡y por qué no, también los mayores!- de Tunte y programar visitas guiadas al Parque Temático de los Oficios Forestales que construyó el Cabildo de Gran Canaria junto al albergue de El Garañón, explicar el contenido de los paneles allí instalados, hacerles ver de qué manera se aserraron y destruyeron durante siglos decenas de miles de pinos canarios, estudiar, tocar, comprobar y examinar las herramientas que se usaban para recoger pinocha, los métodos y sistemas de extracción de la resina de la tea de los pinos, etcétera, etcétera. Muy cerca también se halla el Centro de Interpretación de Degollada de Becerra -entre la Cruz de Tejeda y Los Llanos de La Pez- complemento perfecto para enriquecer conocimientos. Todo esto para que lo que hoy es un sesgado número de fiesta se convirtiera en auténtico conocimiento de un hecho real de la historia tirajanera y grancanaria.

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