La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Opinión

Tunte se tizna con los carboneros

Con una gran fiesta denominada 'Día del Carbonero', también conocida por 'La Bajá del Carbonero, es la manera en que la gente de Tunte homenajea a este noble oficio tradicional y a los que lo practicaron, de manera furtiva, hace ya más de medio siglo. Este año toca en domingo, ya que últimamente coincidía con la víspera del 24 de agosto, festividad de San Bartolomé, compatrono del municipio.

Los antiguos carboneros se reunían en La Laguna para descansar, poco antes de entrar al pueblo con su preciado cargamento. Allí se les ha homenajeado dedicándoles la Plaza del Carbonero y, desde ahí mismo, el domingo 23 de agosto, a las 19 horas, será desde dónde arranque una comitiva, sobre todo de niños y jóvenes, ataviados con las ropas más viejas del cuarto trastero y con las caras tiznadas de carbón. Y, visto los días de calor que nos está tocando vivir, de seguro que también se teñirán las manos, los pies y, toda aquella carne que las buenas maneras permiten dejar a la vista; acompañados de charanga y papagüevos, el jolgorio terminará en la plaza, donde llegarán casi limpios de hollín, pues los vecinos se habrán encargado de rociarles baldes y manguerazos de agua desde las azoteas y balcones.

Es una manera lúdica de rendir homenaje al oficio tradicional del carbonero y a los que lo practicaron con tanto esfuerzo y sacrificio para sacar adelante a su familia, en aquellos años de posguerra. Y, para colmo de males, dando con sus maltrechos cuerpos en el cuartelillo o la mismísima cárcel, muchos de ellos.

Esta fiesta, a poquito que se ponga en valor, está llamada a convertirse en todo un gran evento al estilo de La Rama en Agaete o El Charco en La Aldea. No es exagerar, si tenemos en cuenta que la Bajá del Carbonero cuenta con el perfil propio para ello y que, todo gran evento tuvo sus inicios, más o menos, de igual manera.

Para empezar, habría que intentar consolidarla cada año más y no contrarrestar ningún logro obtenido. Lo decimos porque esta fiesta ya tuvo un precedente en que días antes de la bajada, se organizaba La Subida de la Leña a la Hoya del Carbón -Plaza del Carbonero- y que desapareció.

Por poner un ejemplo, participando en la Bajada ataviados con la vestimenta característica del carbonero, como lo hicieron hace unos 60 años: José Tejera Pino, José Tejera Rodríguez (Pepe el negro), Lisandro Hernández Díaz, Pedro Mejías Ascario, Julián Trujillo Rodríguez, Antonio Ferrer Monzón, Manuel Suárez López, Manuel Montesdeoca López, Manuel y José Suárez López, José Herrera Santana, José Hernández Hormiga, Francisco y Pedro Mejías Arbelo, Antonio Trujillo Rodríguez, José Morales Hidalgo, Santiago López Araña, Antonio y Vicente Santana Medina, Teodoro Pérez Pérez, Domingo Guerra, José Arbelo (el del Sequero) y tantos otros que ejercieron este trabajo en la primera mitad del pasado siglo XX.

En el asesoramiento de la vestimenta adecuada, tendría mucho que decir el grupo de mujeres que, ataviadas con vestimenta antigua asisten a cada evento festivo de Tunte y, que a estas alturas, ya estarán preparando los atarecos para su cita anual en la romería del Pino. Otro ejemplo también sería el de teatralizar el personaje de 'Lolita la de la huerta' que, según dicen, colocaba una sábana encima de la piedra rajá, para avisar a los carboneros de que venía la Guardia Civil.

Hemos recurrido a la investigación de Yuri Millares, con relatos de los maestros del carbón Nardo Jiménez y Juan Sarmiento, que aparecen en las revistas Ruta Archipiélago y Pellagofio. También el trabajo del programa de fiestas de San Bartolomé Tunte 2008, dónde podemos ver los nombres de hasta 18 carboneros y las fotos de ocho de ellos, con su año de nacimiento (entre finales del S. XIX y primeros años del S. XX).

Existe una jerga específica y toda una cultura muy larga de contar en torno a este oficio. Por ejemplo, como dice Nardo Jiménez, "el fuego allá dentro no camina como llama, sino un fuego lento, como el gas; por eso la construcción de las hoyas debían tener la orientación de mar a cumbre, porque por el día el aire corre para arriba y, por la noche al contrario".

Valiosa son también las aportaciones de Bernardino Guerra González, conocido por Tino, que, por ejemplo, nos habla de los sacrificios de los carboneros de entonces. Además del esfuerzo que conllevaba el oficio, lo tenían que hacer a escondidas de los guardas forestales y de la Guardia Civil, pues estaba totalmente prohibido cortar leña y hacer carbón. Y pone especial hincapié en cómo se fabricaba el horno dónde se quemaban las maderas de las cumbres tirajaneras. Primero se cortaban los pinos, se pelaban y los troceaban antes de introducirlos en La Hoya. La "hoya tendida" era un hueco de un metro de profundidad y 3 o 4 metros de diámetro; una vez llena de troncos, se cubría con tierra cernida, para que no quedaran grietas por ningún lado. A continuación se prendía con un trozo de carbón ardiendo y se cubrían todos los posibles coladeros de aire, aunque, estratégicamente, se podía dejar algún que otro "machinal": "No le dejo más que humee un poquito". Finalmente y, con toda la paciencia del mundo, esperar entre tres y cinco días a que ardiera la hoya; como dice Nardo Jiménez, "el fuego allá dentro camina lento".

Las hoyas las preparaban en terreno semillano y en fonducos, para que no les diera el aire y, sobretodo, para que no estuvieran a la vista de los agentes forestales. Cuando más tenían que estar al acecho era en el momento de cortar, trocear y trasladar los pinos hasta la hoya (muchos fueron denunciados y encarcelados); el trabajo de la quema era de noche y no había peligro que les descubriesen, "el humo de noche no se ve y de día es como si fuera vapor".

Cuando terminaban de prender los troncos, se desbarataba la hoya, se extendía el carbón y se le daban brochazos de agua para enfriarlo antes de meterlos en sacos: "ensaquilarlos", como decían. Finalmente, se traían al pueblo para venderlos, bien a cambio de dinero o por sacos de papas; el reparto por los pueblos de los alrededores se hacía en burras y, para vender en Telde o Las Palmas se aprovechaba alguna camioneta.

Aunque en Tunte ya nadie ejerce esta actividad, la perpetuidad de la actividad parece garantizada. La asociación Chamarusco Carboneros de la Cumbre, se creó en el año 2004, y surgió a raíz de una serie de iniciativas de la Consejería de Medio Ambiente del Cabildo de Gran Canaria. Este grupo de carboneros, entre los que hay algunos de San Bartolomé de Tirajana, ha logrado la creación de una marca comercial 'Carbón de la Cumbre, que está registrada en la Oficina Española de Patentes como producto procedente de las cumbres de Gran Canaria, y reseñando que es un producto y un oficio forestal tradicional, que se viene realizando desde tiempo inmemorial y que, al mismo tiempo, destaca por unas prácticas sostenibles y ecológicas. Y para concluir, la poesía al carbonero de Bernardino Guerra, Tino:

"Por los pinares de Tunte

bajaban los carboneros

con la mirada adelante,

mirando para los pueblos

y cambiaban el carbón

por: papas, carne, ajos o huevos.

En la Degollada de Rosiana

se paraban al acecho

a que pasara Manuel Reyes

y Talavera en sus bestias.

Bajaban por Pilancones

El Ventoso y las Tederas,

Subían por Gitagana, Arteara y Fataga

Camino del Lomo Vera.

En las "hoyas de carbón"

se tiznaban con el hollín

y parecían unos esclavo

que venían de otro país.

Así termina la historia

de los pobres carboneros,

que muchos dieron la vida

Por el hambre y la miseria de su pueblo".

Compartir el artículo

stats