La Provincia - Diario de Las Palmas

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Piedra lunar

Ciclista

Vive Artenara en la segunda quincena de agosto la festividad de La Cuevita que congrega en este encumbrado municipio a muchas personas no sólo del lugar sino del resto de la Isla. Ello propicia el desarrollo de múltiples actividades folclóricas, culturales y deportivas que no dejan de ser similares a las que casi con el mismo cuño se celebran en otros lugares. Pero el hecho de que esta pequeña Virgen acumule el patronazgo de las Agrupaciones Folclóricas Canarias (1963) y el del Ciclismo grancanario (1965) ofrece cierta singularidad a esta celebración festiva que en ambos casos alcanza medio siglo de historia. Y no son pocos cincuenta años para hablar del arraigo de dos expresiones, la folclórica y la deportiva, ya que muchas veces eventos de este tipo están sometidos a vaivenes en su desarrollo, dependiendo del entusiasmo de sus promotores y de coyunturales circunstancias económicas. Sin embargo, el homenaje que los folcloristas y más de dos centenares de ciclistas isleños de diferentes categorías rinden a su patrona el penúltimo domingo de agosto, con la subida a la Cumbre a golpe de pedal, son expresiones de fidelidad bajo la capa protectora de una advocación religiosa. Si ya en 1996 se levantó un monumento al folclore, que representa un timple realizado en piedra de Tindaya, que se ubica en el nominado parque José Antonio Ramos, en el presente año, en el marco del cincuenta aniversario de La Cuevita como Patrona del Ciclismo, se ha erigido la escultura Ciclista, realizada por el mismo autor Manolo González, y que ya es un referente artístico de la localidad. Esta obra conmemora la I Subida a Artenara de 1965, y fue planeada por iniciativa del Ayuntamiento con la financiación del Cabildo de Gran Canaria. La pieza se ubica en una remozada plazoleta frente al Centro Municipal de Cultura, y ofrece un gran dinamismo estructural tanto en el soporte de las dos ruedas, que son abiertas, como en la disposición del propio corredor. El autor manifiesta que la obra, reconocible en su abstracción, evoca el movimiento, lo dinámico que esta práctica deportiva implica, y, con síntesis de diseño y economía de formas, pretende transmitir lo cinético, el esfuerzo humano y el aire en movimiento. La escultura es la huella de la fricción con la corriente aérea que experimenta el ciclista en el desarrollo de su actividad, con la impronta que el movimiento y el roce del aire deja en el cuerpo. Su diseño evidencia el influjo plástico de Boccioni y Marinetti, artistas italianos fundadores del Futurismo.

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