B ien venido al mundo, Nicolás, Moisés salvado del trastero tras unas cuantas horas de frío y soledad. Cuando sepas reír, lo harás después de haber llorado por superar los primeros obstáculos puestos en tu camino hacia la vida. Alguien de la familia ha asegurado que la madre adolescente "salvó la vida de ese niño". Qué cosas. El niño perdido y hallado en el armario.
Y escribo todo esto con un océano de comprensión hacia la joven madre, víctima de las obsesiones de la hora, tan cargada de sexo incentivado, y de su aún algo desorientada familia. La venturosa realidad es que el pequeño Nicolás ha llegado a este mundo, tiene también un padre declarado y ha sido rescatado del riesgo de la incertidumbre. Nos queda desear que continúe arropado y querido por los suyos tras ese aterrizaje más bien aparatoso.
Parecidas palabras, casi idénticas, se escribían aquí mismo hace justamente 26 años (1989) sobre un tal Charly, un bebé encontrado en la basura. Ya sé que no es el caso de Nicolás, a quien de veras quiero suponer que no hubo voluntad de abandonar.
Y es que el pequeño Charly fue salvado porque sus mínimos vagidos en el contenedor fueron escuchados por un viandante. ¿Qué habrá sido de Charly, también glosado entonces su feliz salvamento en estas líneas? Será ya, por fortuna, un hombre hecho y derecho en plena juventud.
La historia se repite con el pequeño Marco, salvado hace unos días en Madrid, también de la basura. Marco ha resucitado, como quien dice. Acaso cuando Marco y Nicolás sean como hoy será Charly no habrá recién nacidos en basuras ni contenedores, ni siquiera en armarios. Ni tampoco ancianos "olvidados" en las gasolineras.
Decíamos ayer, hace 26 años, que aquel Charly sabrá algún día olvidar con elegancia. Nicolás, además, tendrá padres y abuelos.
