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Opinión

La gestión de clubes de más masa social

Comienza una nueva temporada deportiva. En este caso, siempre el fútbol, es el primero y en esta isla, después de muchos años, nuestros dos clubes de mayor masa social coinciden en la máxima categoría de sus respectivos deportes. Posiblemente, estamos hablando de la mejor liga mundial de fútbol y de la segunda mejor competición de baloncesto después de la NBA. Estos dos hechos contribuyen, sin duda alguna, a que indefectiblemente, nuestra isla y muchas de las cosas de nuestra identidad, pasen a estar también en primera línea informativa.

En cualquier caso, no debemos olvidarnos ni quiero olvidarme, de todos esos otros clubes y deportistas, que están siempre en la brecha. Posiblemente, con muchos más sacrificios. Les debemos siempre el recuerdo de las instituciones públicas y privadas, porque ellos, también, con su esfuerzo, hacen que todos nos sintamos orgullosos como sociedad, cada vez que representan, lejos de aquí, a nuestra tierra en muchos deportes distintos y en máxima categoría.

Pero esta temporada será especial. Todos tenemos la posibilidad de disfrutar de los mejores espectáculos deportivos del momento. Y ojalá sea así durante muchos años más. Para ello, es necesario una buena gestión, que cada vez es más compleja por todos los aspectos que intervienen en la consecución de un buen resultado deportivo. Desgraciadamente, en estos tiempos de inmediatez, el proceso no le importa mucho a la gente. El resultado lo determina casi todo y por eso, el nivel de exigencia es muy alto.

La clave del deporte profesional es mantenerse y esto requiere hoy un conocimiento, unas habilidades y unas actitudes claras. Pero fundamentalmente, en la sociedad de mercado en la que vivimos y en la que el fútbol no es un ámbito ajeno; se necesita trabajo en equipo desde el optimismo.

Es el trabajo de un grupo humano y para ilustrarlo utilizo la historia de hace dos siglos del filósofo francés Rousseau que está vigente para nuestros dos clubes profesionales de Gran Canaria y con mayor número de seguidores. La moraleja de la ficción del ciervo, las liebres y el poder del optimismo es que un eslabón débil en la cadena de todo lo que rodea a estos clubes, es suficiente para destruir el trabajo de todos y para condenarnos a pasar apuros, sufrir y quizás perder lo que tanto ha costado conseguir, que es estar en la "liga de las estrellas".

Para trabajar en equipo, la duda de unos sobre otros, no cabe. Es preferible que todos trabajen en grupo a que cada uno lo haga por su cuenta buscando protagonismo y saciar otro tipo de interés particular. Es vital que cada miembro del equipo y del club se centre en los objetivos establecidos, estando seguros que todos, absolutamente todos, hacen lo mismo.

Esto demostrará el poder del optimismo, pero también el diabólico poder del pesimismo. Si todos somos optimistas y creemos en conseguir el objetivo, esto significa que cada miembro del equipo, desde la dirección del club hasta cada uno de los jugadores, no dejará el logro colectivo por uno particular.

Rousseau nos enseña que los esfuerzos colectivos consiguen objetivos, por regla general, dependiendo del grado de optimismo del grupo o la sociedad a la que pertenecemos. Creer que es posible lograr algo propicia que hagamos todo lo necesario para que se convierta en realidad y nuestras previsiones optimistas se cumplirán. Sin embargo, si creemos que es muy difícil de lograr, entonces no haremos todo lo que hace falta para lograrlo y las previsiones pesimistas se verificarán.

En clubes deportivos profesionales del siglo XXI, como en otras organizaciones, no hay lugar a la desconfianza ni al pesimismo, que lo ralentiza todo. Se trata de practicar el optimismo, pero con criterio. Todos debemos pensar en lo mismo, con la confianza del logro de un objetivo común establecido con planificación, programación y centrándose en capacidades, método y motivación.

(*) Concejal del Partido Popular en el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria y profesor titular en la ULPGC

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