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Calafateando

Y cómo conocer al Luján Pérez humano

Permanecen frescas en nuestra memoria aquellas magnas exposiciones de la obra de José Luján Pérez con motivo del 250 Aniversario de su Nacimiento, celebrado el año 2007 en la Casa de Colón y en la Iglesia Parroquial y Teatro de la Casa de la Cultura de Guía, comisionadas por la catedrática de Historia del Arte Mª de los Reyes Hernández Socorro, con la colaboración del Gobierno de Canarias, Cabildo Insular y el propio Ayuntamiento de Guía. Fue un acontecimiento histórico-cultural sin precedentes toda vez que se vieron enriquecidas por la aportación de imágenes de otras islas. De nuevo, con los auspicios del Cabildo, la catedrática Mª de los Reyes ha repetido aquel éxito, esta vez en el espléndido marco del San Martín Centro de Cultura Contemporánea con la muestra antológica José Luján Pérez y la escultura de su época: 1756-1815, utilizando para ella varias salas según la diferenciada temática del autor.

Allí estuvimos, en la primera de sus visitas guiadas, siendo atendidos por una eficiente historiadora que, con su detallada riqueza explicativa, convirtió en gozo la contemplación de tanta belleza. Mientras ella, muy simpática, nos sirvió de cicerone dando tanto dato y tanto detalle de la obra del maestro, dije para mí lo curioso que era estar conociendo tan perfectamente al personaje por su obra -sabíamos que desde su más tierna infancia se vio que venía con marchamo de genialidad y pasaporte a la gloria del arte-, pero del imaginero hombre, humano, ni un solo dato, llegando allí mismo a la conclusión que sobre la figura del imaginero de Guía, lejos del monumental legado de su obra, hay un espeso manto que nos impide conocerlo en su integridad. Abona esta impresión que incluso no quedó de él un retrato fidedigno por el que pudiéramos entrever su psicología, tan al uso de los buenos posados del natural y de los grandes pintores; la efigie que se conoce de él es obra de Manuel Ponce de León, tomando del natural a la hija Francisca, de la que todos decían tener un gran parecido con su padre. Ya lo advierten, el autor al comienzo del libro El imaginero José Luján Pérez. Noticias para una biografía del hombre y quien lo presenta, el catedrático de Historia del Arte Jesús Hernández Perera, que nada saben del imaginero hombre. Se empeña el cronista, eso sí, en enriquecer con nuevas noticias la faceta artística del personaje. Hay un pormenorizado estudio de la obra lujaniana cuyos autores, Santiago Tejera, la profesora Clementina Calero Ruiz y Pedro González Sosa, cada uno con lo que pudo aportar, pero nos falta un estudio que lo retrate desde su lado más humano, algo que nos haga conocer al hombre y no solo su condición de artista.

El auténtico ser social en Luján es un arcano. De él sabemos muy poco; cómo era en el trato con sus amigos y con los que no lo eran tanto; si era accesible como persona; qué pensaba del acontecer político de Las Palmas y de Guía, su villa natal; si se planteó y le preocupaba el Absoluto y el Infinito, o el Determinismo, planteado por su coetáneo francés Pierre Laplace en 1814; cuál era su ideal de sociedad; qué costumbres de sus paisanos capitalinos deploraba. Nada sabemos acerca de sus inquietudes, esas que todos llevamos dentro; y sus manías, si las tuvo, como artista que busca con espasmódica enfermedad la perfección, gubia en mano, en sus imágenes. Echamos en falta datos que permitan hacerle un retrato sociológico que refleje al Luján Pérez individuo. No fue alma gemela del ginebrino Federico Amiel, pues según Marañón este fue impotente por una acentuada timidez sexual, algo que es obvio nada hace sospechar en Luján. Sí hay un insondable misterio que tiene que ver en su irresoluta vida íntima, lejos del puritanismo del momento; en efecto nos sorprende por la época de incontrovertibles costumbres pacatas que le tocó vivir y por ser lo que podríamos denominar "hombre de Iglesia", trasunto de todo tipo de habituales relaciones profesionales con la jerarquía eclesiástica por su misma profesión: escultor de imágenes sacras y conclusión de fábrica de la Catedral. Qué episodios enfrentados pudo tener con algún jerarca de la Iglesia -es seguro que alguno le tocó el tema sobre su inmoral vida privada-, para aquella superioridad nunca tan privada. No se le conoció matrimonio, a pesar de que fue padre de dos hijos naturales: Francisca, que contrajo nupcias con el abogado Bartolomé Martínez de Escobar, y José Manuel, que murió soltero. Nacieron ambos en la casa cuna del hospital San Martín, concebidos con distintas mujeres. A lo que parece -esto es algo que sí se sabe con certidumbre-, fueron tres las amantes de Luján, dos de ellas concubinas, al no estar acreditado el amancebamiento en el caso de la primera, que resultó ser amor platónico.

Al eximio guiense José Luján Pérez ya lo admiramos y queremos por la genialidad cimera de su arte; en igual medida nos gustaría conocerlo y estimarlo también como ser humano, como persona.

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