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Sociedad y justicia

El divorcio de nunca acabar y el catolicismo

En un artículo mío inmediatamente anterior al presente, pergeñé unas consideraciones en relación a la postura del papa Francisco sobre la necesidad de un debate libre sobre el divorcio y la posibilidad de que, aunque hubieran contraído nuevo matrimonio no se les negase, como aún acontece, el sacramento de la comunión a los divorciados y vueltos a casar.

En el Derecho -sea canónico, penal, civil o de otra índole- se puede defender la inderogabilidad de cualquiera de las normas jurídicas, cual acontece con nuestra Constitución hacia abajo, pese a ser que es ésta es Ley de leyes, algunas normas jurídicas de las cuales atañen a la indisolubilidad misma del vínculo matrimonial.

Debemos tener siempre en cuenta, no obstante, como mi fraternal amigo el teólogo de la liberación, Benjamín Forcano, acaba de decir, que "la situación de millares y millares de católicos, divorciados y recasados civilmente, constituye un grito contra ciertas normas que los condena a vivir fuera de la Iglesia", añadiendo que la libertad y riesgo que acompaña a todo matrimonio impide que se le considere absolutamente indisoluble ya que, llegado el caso de un fracaso serio, nadie debe impedir que se reinicie un nuevo camino.

"Todo católico tiene el derecho y la necesidad de recibir la Sagrada Comunión. Todos tienen necesidad de participar activamente en la celebración eucarística, el acto central de la Iglesia católica y a la vez el signo de unidad con Cristo. Tienen derecho a ser recibidos con los brazos abiertos y sinceras muestras de bienvenida, en el seno de la comunidad católica y a tomar parte activa plenamente en las tareas de la comunidad" como ha afirmado S. Keller, en su excelente libro ¿Divorcio y nuevo matrimonio entre católicos?, Sal Tarrae, Santander, 1976, 7-8).

En el año 1980, nueve teólogos españoles, (José María Díez Alegría, Benjamín Forcano y Casiano Floristán entre otros, hicieron público un documento titulado Preguntas de unos teólogos a sus obispos, con ocasión de la publicación que ellos hicieron: Instrucción civil sobre el divorcio.

José María Díez-Alegría -parece que fue anteayer...- fue un sacerdote y teólogo exjesuita español, perteneciente a la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII, al igual que Casiano Floristán (este último uno de los impulsores de la citada Asociación, de la que fue su Presidente desde sus inicios durante casi dos lustros, realizando numerosos viajes y manteniendo muchísimos contactos con Latinoamérica y Estados Unidos participando en el origen de la teología de la liberación de la mano de los personajes más notables).

El teólogo José María Díez-Alegría tuvo dos hermanos, los famosos generales Manuel y Luis, el primero de los cuales ascendió a teniente general, nombrándosele poco después Director del Centro Superior de Estudios de Defensa Nacional (Ceseden) y dos años más tarde Jefe del Alto Estado Mayor, siendo destituido tras una polémica entrevista en Bucarest con el también asturiano, Secretario General del Partido Comunista de España, Santiago Carrillo.

Por lo que respecta a su otro hermano, el también General de gran renombre Luis Díez-Alegría, durante un trienio ocupó el cargo de director general de la Guardia Civil, siendo nombrado a continuación jefe de la Casa Militar del entonces jefe del Estado, Francisco Franco, y, posteriormente, siendo yo presidente del Excmo. Cabildo insular de Gran Canaria, jefe del Alto Estado Mayor, en que tuve la oportunidad de mantener una larga conversación con él, percatándome que no estaba precisamente muy alejado del aperturismo de la transición para después de la muerte de Franco. Estuvo más tarde a cargo de la Zona Aérea de Canarias y fue miembro del Consejo del Reino en representación de las Fuerzas Armadas, así como miembro del Consejo de Regencia que asumió durante dos días la jefatura del Estado, encargado de la transmisión de poderes al rey Juan Carlos I en 1976, así como Senador por designación real en las Cortes Constituyentes (1977-1979), habiendo sido nombrado capitán general del Ejército del Aire, a título honorífico, en atención a "los méritos personales excepcionales" que concurrían en su persona.

Cuando ingresó en la Compañía de Jesús se ordenó sacerdote, licenciándose en Teología y doctorándose en Filosofía y Derecho, y fue profesor de ética en la Universidad de Madrid, con gran prestigio, cundo yo culminaba mi carrera. Luego fue profesor de Doctrina Social de la Iglesia en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma hasta 1972, en que, tras la publicación de su libro Yo creo en la esperanza, se exclaustró de la Compañía de Jesús, y se fue a vivir nada menos que a El Pozo del Tío Raimundo, junto con el padre de Llanos, el cual fue un jesuita español, el más conocido de los llamados curas obreros en España, artífice principal del desarrollo del barrio madrileño de El Pozo del Tío Raimundo, perteneciente a Vallecas. En un principio fue falangista y director de ejercicios espirituales del dictador Francisco Franco pero, desde su llegada al barrio en 1955, su percepción cambió. Ante la miseria y las injusticias cotidianas y generalizadas que asolaban El Pozo del Tío Raimundo, por esos años un suburbio chabolista, evolucionó hacia posiciones izquierdistas, pasando a militar en el sindicato Comisiones Obreras y nada menos que en el Partido Comunista de España, ejerciendo la posición clandestina al franquismo y tomando parte en numerosas iniciativas políticas a favor de su barrio y de la vuelta de la democracia a España.

Aquellos nueve teólogos españoles a los que antes nos referimos hicieron público un documento imputándoles que no habían tenido en cuenta el sentir real de su comunidad católica, se habían preocupado únicamente del divorcio como si se tratara de una ley meramente civil y política, dando a entender que para los católicos no hay ninguna posibilidad de divorcio, doctrina que debía permanecer inmutable, diciendo los teólogos, como tales, que en ningún caso ponían en duda la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio tal como aparece en la revelación de Jesús. Está claro que el modelo de matrimonio que Jesús anuncia y exige, como conforme a la voluntad divina, es el matrimonio monogámico, indisoluble y que, fundado en un verdadero amor, tiende a hacerse realmente exclusivo, total e incondicional para toda la vida, pero que esta doctrina de Jesús debe proponerse como un ideal y una meta hacia la que debe aproximarse toda pareja, sin excluir riesgos, equivocaciones y fracasos y no como una ley absoluta, con la cual toda pareja, por el hecho mismo de casarse, se identifica automáticamente, sin posibilidad de conocer rupturas o incompatibilidades o, por lo menos, incompatibilidades que hagan inviable esa ley.

Y como católicos expresaron además su deseo de que, en el interior de la Iglesia, se robustezca el derecho a proponer públicamente lo que se piensa, cuando tal pensamiento es no sólo sincero sino objetivamente fundado, serio, y contribuye a esclarecer la verdadera doctrina de Cristo y a replantear ciertos presupuestos y normas de la Iglesia, que no es otra cosa que lo que acaba de plantear el papa Francisco. "¿No les parece", añadían, "que la Iglesia debería enfrentarse ahí, radicalmente, consigo misma? Tenemos que mirar a lo que pasa en nuestra propia Iglesia, con la realidad de tantos matrimonios fracasados, acaso sin esperanza de recuperación, y por eso ya prácticamente divorciados, pero canónicamente condenados".

Yo estudié en un colegio seglar. Nada menos que en el Viera y Clavijo, cuya competencia estaba en manos de los Jesuitas que se nos anticiparon a muchos incluso en el carácter mixto de las aulas, compartiéndolas los chicos y las chicas. Después vinieron los del Opus Dei, donde estudiaron mis hijos, tanto en Madrid como en Gran Canaria, dando a sus discípulos, con una rigurosa separación de sexos, tanto en los madrileños como en el Guaydil y en el Garoé una gran preparación. Pero ciertamente anclados en el pasado. Nada tengo que ver, pues, con los Jesuitas. Pese a ello, ni quito ni pongo Rey. Pero ayudo a mi señor..." Progresemos, pues.

(*) Presidente nacional de Ciudadanos de Centro Democrático

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