Hay naturalezas generosas, abundantes en agua y en verde, son explosivas, lo invaden todo si no se las mantiene a raya. Son ambientes húmedos, ricos en matices. Y en muchas ocasiones, esta naturaleza es ayudada por la mano humana para mantenerse así de generosa. Hay otro tipo de naturaleza agreste, dura, seca, de arenas doradas salpicadas de manchas que no son ni siquiera verdes, tal es la ausencia de humedad, porque es un paisaje sin agua, de pequeñas dunas y aquí y allá se levantan maravillosas las montañas: Las Agujas, Montaña Amarilla... Majestuosas, coloridas porque el color que no tiene la arena, lo tienen las montañas.

Estoy hablando de La Graciosa, esa pequeña isla al norte de Lanzarote, y si también lo saben, pertenece a esa segunda clase de paisaje que he descrito más arriba. Pero... este paisaje se degrada por el descuido, la suciedad, el abandono. Escombros, montañas de escombros por doquier, enseres, botellas, hierros, un local social apuntalado y sin ejecutar, una avenida en la espalda del núcleo urbano que ha quedado a medias y a medias devorada por la arena, rincones con papeles, plásticos que acumula ese maravilloso viento que es el alisio y coches, demasiados coches.

Este deprimente paisaje me lleva a una reflexión. Es curioso, las viviendas las vemos, por lo general, bien conservadas, pintadas, la madera o el aluminio en condiciones. Algunas casas, las menos, con parterres donde crecen plantas que reflejan la dureza del medio. O sea, lo estrictamente privado lo cuida cada uno pero cuando se trata de lo público, de cuidar, limpiar, mimar el entorno de la puerta para afuera hay algo que falla, no importa que el que pase por la calle vea las tripas, los detritos de Caleta de Sebo.

La isla, que podría ser un desierto paradisiaco, va camino de convertirse en un vertedero ante los ojos de propios y veraneantes. Oí una información que hablaba del proyecto turístico de una provincia francesa de ultramar cuyos responsables viajaron a Canarias para llevarse anotado lo que no tenían que hacer. Y pienso ahora, en esta tarde luminosa y azul de La Graciosa si de aquí no se llevarían una enorme lista de abandono y desaguisados.

Me gustaría una isla como esta agostada, seca... pero hermosa, tremendamente hermosa y limpia, muy limpia.