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Cine 'Ricki'

Algo para olvidar

Hacía tiempo que el cineasta americano Jonathan Demme, otrora director de El silencio de los corderos y Philadelphia, no se asomaba a las pantallas españolas. Lo hace este fin de semana con Ricki, una comedia musical atacada de mesiánica trascendencia feminista, que por momentos (demasiados) bordea el completo ridículo. Su anterior película, A master builder, una suerte de telefilm de buena conciencia y escasa entidad visual, basado en la obra El maestro constructor de Henrik Ibsen, pasó sin pena ni gloria por las pantallas americanas; de hecho, no llegó ni siquiera a estrenarse en nuestro país.

Si ya A master builder no logró despertar el interés de los distribuidores (y no por el tratamiento algo blando del conflicto tratado, en eso no me meto, sino por su puesta en escena), Ricki roza el aburguesamiento total de las formas, la narrativa y la estética, nuevamente deudora de la televisión con la que, seguro, Demme se encuentra más cómodo habida cuenta de que sus últimos trabajos los ha venido realizando para la televisión, en series como Iluminada, The Killing y En cuerpo y alma, actualmente en antena en Telecinco.

En Ricki, la todopoderosa Meryl Streep encarna a Ricki Rendazzo, una veterana guitarrista y cantante de rock que cuando era más joven abandonó a su marido y a sus hijos para cumplir su sueño: convertirse en una estrella de la música como el cantautor australiano Rick Springfield, que tiene un papel secundario en la película. Pero los años pasan y es momento de rendir cuentas con el pasado. Entrada ya en la sesentena, Ricki intenta acercarse de nuevo a su familia, especialmente a su hija Julie (Mamie Gummer), quien no parece estar por la labor de dejarla entrar en su vida y después seguir como si no hubiera pasado nada.

Estamos ante una historia convencional narrada convencionalmente, una película de planteamiento demasiado simplista que hacia el final intenta recrudecerse y hacerse más agria de una forma totalmente forzada. No hay verosímil dramático en el trabajo de Demme, que puede tener todas las buenas intenciones del mundo, pero que como director (narrador) es un puro espejismo. Ricki resulta una película hasta cierto punto vulgar, sin mordiente alguna, que echa mano de los elementos más recurrentes y previsibles. Por momentos parece el borrador de un trabajo en marcha, sin errores aparentes y sin vida en los personajes y situaciones. De Demme podía esperarse más. De Meryl Streep cualquier cosa, menos el ridículo. Milagro será si no la nominan a los premios Golden Raspberry, más conocidos como Razzies o anti-Oscars, que premian lo peor de la industria de Hollywood.

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