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Clave de sol

Un laicismo experimental

Sorprende ese interés de muchas de las nuevas corporaciones locales y autonómicas por marcar su territorio laicista y apartarse desde el primer momento de toda significación religiosa o de relación con la Iglesia católica. Nadie les podría exigir su adhesión a una confesión que no practican, pero el cargo comporta ciertas obligaciones por lo menos protocolarias en representación de toda la comunidad.

"Soy ateo y sería una incongruencia", alega un vicealcalde de Izquierda Unida para explicar su ausencia de los actos tradicionales en edificios eclesiásticos. Si semejante principio es aplicado en todas las relaciones institucionales, resultará que el aludido vicealcalde no podrá estar en ámbitos que le son ajenos. Seguro, creemos, que son muchos.

Sobre todo, cabe pensar, los relacionados con filosofías varias, pero también con entidades benéficas, religiosas o culturales vinculadas a diversas confesiones, lo mismo islamistas que protestantes, testigos de Jehová, masones, sionistas, rotarios y por ahí seguido.

La presunta exquisitez de no ser contaminados por su presencia en un templo resulta ser una muestra de ignorancia. Por la misma razón un sacerdote podría negarse a entrar en la sede municipal. Sin duda se trata de una manifestación más del arcaico anticlericalismo de alguna izquierda cargada de prejuicios.

Puede ser el mismo que decide quitarle a la Iglesia una subvención de carácter cultural o social, por ejemplo.

Una escalada de innovaciones dictatoriales como la norma que prejuzga la posibilidad de que algunos concejales hagan objeción a determinadas bodas civiles, que queda prohibida. Es el nuevo concepto de las libertades personales.

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