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Cartas a Gregorio

Manuel Ojeda

Por fin en casa

Querido amigo, no sé si estarás de acuerdo conmigo, pero creo que lo mejor de las vacaciones es la vuelta a casa. La vuelta al orden y al placer de la monotonía y el fin de la improvisación, los sobresaltos y las incomodidades.

Si además se te ocurre elegir el mes de agosto para viajar, lo tienes aún peor. Encontrarás los aeropuertos a tope y seguramente con huelga de personal.

Si decides desayunar en la cafetería del aeropuerto, vete con cuidado, porque es el primer atraco al que te enfrentas y, haciendo un cálculo de lo que te cuesta un aguachirri que llaman café con leche y un bocadillo de jamón y queso tan seco que dejas más de la mitad en el plato, empiezas metiéndole un buen recorte al presupuesto familiar de todo el viaje.

Cuando llegas finalmente al hotel, te encuentras con que tienen overbooking y que te reubicarán en un hotel de mayor categoría que tienen en la zona nueva de la ciudad..., o sea, en el quinto coño.

Qué manía también la de nosotros de querer salir de vacaciones en verano, cuando aquí es verano casi todo el año. La mayoría se lo pasa fatal, pero tienen que venir diciendo que han sido unas vacaciones inolvidables...

Lo de los restaurantes es como para echarles de comer aparte. Todos están llenos y, cuando te resignas a esperar tu turno, te toca una mesa de cuatro que te "acomodan generosamente" para que sea de ocho. Uno trata de quitarle hierro al asunto diciendo aquello de: "Bueno, estamos un poco justos, pero aquí no vamos a vivir..." Los niños no paran de chillar y baquetear con los cubiertos el plato vacío y, casi una hora después, aparece un camarero con el pan y, si no tienes decidido el menú, vuelve y se marcha diciendo que viene "en un momentito..." Otra media hora esperando para que luego llegue con prisas y mal humor porque está hasta los mismísimos de tanto trabajo.

Lo que más me fastidia es que, en lugar de tomarle la comanda a cada uno, va y se dirige a ti para que le hagas un resumen detallado del cómo y el qué han decidido beber y comer todos los de la mesa, como si fueras tú el que tiene la obligación de coordinar lo que quieren todos.

Las viandas acaban con una cuenta que suma un pastón, y ahí estás tú con la tarjeta de crédito pensando: que sea lo que Dios quiera...

No hay nada mejor que tomarse las vacaciones en cualquier otra época del año y ver cómo la gente anda como loca y a toda prisa entre aeropuertos, equipajes y hoteles, mientras tú te paseas tranquilamente por una ciudad que está casi vacía y vas a comer a tu casa o al restaurante de al lado, que es mejor, más cómodo y más barato.

Al final, cuando por fin vuelves de las benditas vacaciones, te das cuenta de lo bien que se está en casa.

Un abrazo, amigo, y hasta el martes que viene.

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