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Opinión

Hitler, Mussolini, Torquemada

En su primera carta a los catalanes, el expresidente González compara el proceso de secesión emprendido por Mas y los demás con los fascismos alemán e italiano de los años treinta del pasado siglo. El presidente de la Generalitat se retrotrajo ayer mucho más en el tiempo para decir que en la reforma de la ley del Tribunal Constitucional que anunció el martes el PP, concebida para poder multarle y suspenderle si declara la independencia, puede escucharse "la música de la Inquisición".

Hitler, Mussolini, Torquemada: los nombres empleados para personificar el término odioso de una y otra comparación despiden, sin duda, el tufo de la exageración, de esa hipérbole a la que sólo se recurre cuando una relación política está en fase terminal. Pero, aun así, no faltan del todo a la verdad.

González acierta en su carta dominical porque el derecho a decidir que Mas reclama, con su corolario de una proclamación de independencia a dieciocho meses vista, sustentada por una simple mayoría absoluta en el Parlament, es, por decirlo suavemente, y siguiendo la argumentación del exmandatario, una aventura golpista: la subversión de un orden legal y bendecido por las urnas por mandato de otras urnas, las catalanas, que no tienen potestad para trocear la soberanía.

Pero Mas tampoco anda desencaminado. Puede que el son inquisitorial que percibe en la reforma del TC no se deba tanto a la conversión del alto tribunal en santo tribunal como a su propio deseo de sentirse hereje en un mundo de adeptos decadentes a la vieja religión autonómica; puede, pero el hecho de que todos los partidos, incluidos UPyD y C's, tan críticos siempre con el proceso soberanista, denunciaran el martes el carácter electoralista e instrumental de la iniciativa del partido del Gobierno avala su lectura de los cambios propuestos.

El líder del PSOE, Pedro Sánchez, llegó a acusar a Rajoy de legislar para la extrema derecha de su partido, y no hay que olvidar que el contenido de la proposición de ley fue presentado por el candidato del PP a la Generalitat, Xavier García Albiol, precisamente elegido para no dejar escapar ese voto en Cataluña. Tampoco es despreciable que algunas asociaciones de jueces hayan advertido que la reforma es una improvisación que transmite la sensación de que el Estado no tiene medios para frenar la deriva independentista ni confía en los tribunales ordinarios para desarrollar esa tarea.

Y es que entre los cambios que el PP promueve figura uno crucial: el de facultar al TC a recurrir al Gobierno para que se encargue de hacer cumplir sus resoluciones. De esa manera, Rajoy no tendría que interpretar si le corresponde o no aplicar, por primera vez, el famoso artículo 155 de la Constitución, porque el propio intérprete de la Carta Magna le pediría que actuase para suspender a Mas de sus funciones. Y de ahí a retirar a Cataluña las competencias autonómicas...

Pero la reforma del TC y las sospechas de pago de comisiones a CDC, su partido, por parte de la constructora Teyco no son los únicos golpes que se ha llevado el presidente catalán en los últimos días. Este martes, además, la canciller alemana, Angela Merkel, le dejó muy claro que los tratados de la UE garantizan la integridad territorial de los estados miembros. Sin embargo, lejos de confirmar que no está sordo, el Gobierno de Mas respondió, satisfecho, que la advertencia de "la reina de Europa" significa que el proceso soberanista tiene ya "trascendencia internacional". Casi como -no quiero hacer pronósticos- ya no importara quién dice qué sobre nada, porque la lista unitaria independentista -Mas, Junqueras, el profesor de lambada y las dos monjas alféreces- tiene cada vez menos posibilidades de lograr su objetivo en las urnas.

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