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'Mientras seamos jóvenes'

Cosas que ya nunca haremos

Noah Baumbach llamó Rohmer a su hijo. ¿Les parece una chorrada dar este dato? Pues no lo es. Elegir el nombre de un director de cine para bautizar a un ser que te cambiará la vida significa que hay una devoción detrás. Un respeto especial. Una influencia manifiesta. Y Mientras seamos jóvenes lo deja bien claro desde el principio, con esa larga cita de Ibsen empapelando los títulos de crédito sin que apeste a pedantería. Se habla mucho de Woody Allen como referencia de esta película pero salvo por el hecho de que en ella se charla mucho y que hay una pareja que no para de darle a la lengua la conexión entre ambos cineastas es escasa. Bueno, también suena música clásica.

Baumbach aprovecha su propia edad media (nació en el 69) para reflexionar sobre la paternidad (o su ausencia), sobre la honestidad creativa, sobre el engaño y el autoengaño, sobre la decepción que llega de los demás y la que nace en uno mismo, sobre la resistencia a aceptar los nuevos tiempos y el dolor de abandonar la infancia. O la ingenuidad, que parece lo mismo pero no es igual. También habla de la necesitad de dejar paso a la gente nueva y entender sus razones para abrirse paso aunque a veces sea a codazo. "No es maligno, solo es joven", se dice de uno de los personajes que no se ha comportado todo lo bien que sería deseable. La inmadurez como excusa para cometer errores. El tono melancólico empapa la película en sus mejores momentos ("hay cosas que ya nunca haré", acepta el protagonista con resignación y lucidez), y encuentra su perfecta plasmación en las conversaciones entre Stiller y Watts cuando todo empieza a ir mal. Es una pena que la película cojee cuando intenta pisar el acelerón cómico y enlaza topicazos de comedia barata a la hora de mostrar la decadencia (física y emocional) de la pareja madura en escenas con las que el director parece estar incómodo.

Esas zonas erróneas de falsa afabilidad, unidas a unos tramos curvosos donde la trama no avanza y el tedio amenaza con invadir el carril, impiden que Mientras seamos jóvenes alcance la altura de otros trabajos de Baumbach donde había más coherencia entre tonos y más armonía argumental. En cualquier caso, el trabajo de Ben Stiller, Naomi Watts y el inefable Adam Driver (Amanda Seyfried cumple, pero su personaje es un tanto simplón y se queda fuera del estrépito intelectual de sus tres compañeros), la convincente naturalidad rohmeriana con la que habla y habla y habla de lo divino y lo humano y el enfoque escasamente moralista con el que se abordan muchas de las cuestiones, incluidas las relacionadas con el oficio de hacer cine, hacen de Mientras seamos jóvenes una propuesta estimulante y llena de atractivos, rematada además con una escena final deliciosa: los tiempos cambian, y te adaptas o te quedas sin cobertura.

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