Si lo prometido es deuda el presidente del Gobierno de España tiene un compromiso pendiente por cumplir con las Islas. En breve, en apenas unos días, se podrá verificar si el encuentro del miércoles en la Moncloa iba tan en serio -en este caso con la intención solo no basta- como para poder comprobar si la palabra dada en persona por Mariano Rajoy al presidente de Canarias, Fernando Clavijo, se mantiene. En lo más urgente, con la mejora de los presupuestos del Estado para el Archipiélago, y en un plazo más largo con un cambio en el sistema de financiación autonómica y la reforma del Régimen Económico y Fiscal (REF) en sus aspectos económicos.

A la espera de que se concreten cuanto antes esas mejoras en las cuentas del Estado para Canarias en principio no hay por qué dudar de la predisposición y buenos propósitos de Rajoy -sin ir más lejos apenas unas horas después del encuentro presidencial en la Moncloa se reunieron el jueves en el Ministerio de Industria siete grupos de trabajo al más alto nivel entre la mayoría de los ministerios y consejerías para actualizar "cuanto antes", después de 21 años, el REF- para corregir unas partidas que sin duda son manifiestamente mejorables. Y no es cuestión de ponerse quisquilloso con los números o caer en una interpretación de un victimismo injustificado con el que algunos nacionalismos han obtenido ventajosos réditos hasta no hace mucho. No, no es eso.

Fernando Clavijo acudió a la Moncloa a hablar con Mariano Rajoy despojado del contraproducente lamento, en el que en ocasiones la queja razonable se confundía con la petición cansina de un pedigüeño, y sí, en cambio, arropado por el aval de las organizaciones sindicales mayoritarias en Canarias y las patronales de las dos islas integradas en el Consejo Asesor así como con la percepción acertada de la mayoría de la sociedad canaria de que algo más se podía haber hecho con el proyecto de los presupuestos del Estado para las Islas.

Superada, con más de un suspiro de alivio, la etapa más conflictiva en años entre el Gobierno español y el canario -en la que la crisis del petróleo contaminó no solo el proyecto de Repsol sino otras negociaciones entre el Estado y las Islas tanto o más trascendentes para el desarrollo del Archipiélago que las perforaciones- y constatado que el supuesto riesgo de desafección de Canarias respecto a España al final fue más una pesadilla enfermiza personal que una sentir sincero de la mayoría de los canarios, se acaba por entender que ese propósito que Clavijo en el debate de investidura denominó como de "buen rollito" -salvando todos los matices- es, al menos en esta fase, menos contraproducente que liarse a garrotazos.

A Rajoy y a Clavijo les interesa entenderse. Si se quiere, y desde un punto de vista egoísta por ambas partes, porque al presidente del Gobierno de España le conviene liberarse del aislamiento de la Moncloa y trenzar alianzas para posteriores apoyos parlamentarios y al canario porque -sin cumplir aún los cien días en la presidencia y precedido por unas desgarradoras primarias que propiciaron su elección como candidato y el posterior resultado electoral que le llevó en un arriesgado salto estratosférico de unas responsabilidades municipales a otras regionales- necesita ir creando un relato a su mandato y asentarse como un gobernante con un mando incuestionable y contactos influyentes.

Y si en lo personal se puede entender como beneficioso tanto para Rajoy como para Clavijo que ambos congeniaran en la Moncloa -en un entendimiento del que no es ajeno y buena parte de la responsabilidad le corresponde al ministro de Industria, José Manuel Soria- también lo es para Canarias la era del deshielo en la que parece que ha entrado la interlocución de las Islas con el Estado. Si alguien llegó a entender -y un riesgo alto se corrió en la pasada legislatura- que poniendo en práctica la peligrosa y un tanto suicida estrategia política de que liándose a bofetadas con el Estado, planteando desafíos imposibles y pulsos absurdos se obtenía un gran botín los hechos demuestran que se perdió el tiempo. Un tiempo muy valioso, aunque de nada vale ahora lamentarse.

En la gestión política tan importantes son los hechos como los gestos. Y si a la Moncloa acudió Clavijo con un estudio al detalle en el que se presupuestaba en 200 millones de euros la demanda de Canarias para cubrir en las cuentas estatales los compromisos insatisfechos en infraestructuras, educación, turismo o servicios sociales y en 42 millones en recobrar el plan de empleo suprimido en esta legislatura nadie es tan iluso o inocente como para entender que sacar todo este dinero es imposible. Pero entre eso y las demandas presentadas en el Congreso por los diputados del PP canario a los presupuestos, que no superan los 3,4 millones de euros, hay un margen por cubrir. Un horquilla generosa en la que moverse entre la racanería y el despilfarro.

De en cuánto y en qué partidas se coloque la manecilla presupuestaria tras esa conversación telefónica que queda pendiente para los próximos días entre Rajoy y Clavijo -y ya solo mencionar que haya un teléfono rojo entre ambos presidentes causa asombro teniendo en cuenta los recientes precedentes- pende en buena parte que la amabilidad y cordialidad exhibida entre ambos en la Moncloa no se quede solo en buenas palabras.