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En voz alta

Canarias y la memoria histórica

No creo que vaya a aportar nada original en este articulo, ya que muchos de los datos y comentarios que incluyo en este texto los he incorporado en alguno de los documentos anteriores publicados sobre nuestra realidad socioeconómica y sobre la grave crisis que seguimos soportando. A instancia de muchas informaciones que me han solicitado muchos compañeros y paisanos, me encuentro en la obligación moral de hacer acto de presencia sobre mi preocupación y mi punto de vista sobre la realidad actual. Han transcurrido más de tres meses desde las últimas elecciones regionales, insulares y municipales; se han incorporado nuevos responsables para la gestión de nuestra vida política y económica; se ha mantenido una especie de silencio sobre las políticas y estrategias que los nuevos responsables de la vida pública canaria vayan a poner en marcha para mejorar el futuro de nuestra sociedad y, especialmente, de nuestra juventud. Los debates sobre el Presupuesto del Gobierno español para el próximo año se han convertido en la literatura amena de estos días veraniegos y por la tribuna han pasado representantes de todos los partidos políticos con representación en esa tribuna. No me ha sorprendido la música repetitiva que los distintos líderes políticos canarios han dejado traslucir a la prensa sobre las cifras consignadas o propuestas para gastos e inversiones en nuestra región durante el próximo año, si el Partido Popular estuviese capacitado para formar gobierno después de la celebración de las elecciones generales, que se estima se celebrarán antes de fin de este año. Parece que la Memoria Histórica no tiene cabida en nuestras islas y se olvidan de nuestro acervo histórico, del estancamiento económico y del crecimiento de las desigualdades sociales que se sigue soportando por más del 40 por ciento de nuestra población, en unas estadísticas en que Canarias mantiene casi un récord entre las más de doscientas regiones que existen clasificadas en la Unión Europea, según los datos publicados oficialmente por el órgano responsable de la Comisión. Han aparecido en nuestro escenario nuevas formaciones políticas con programas y posiciones repetitivas; lo que sí ha habido es una falta de responsabilidad sobre el papel de nuestra región, en una realidad mundial cada vez más complicada, más inestable y con grandes riesgos económicos, políticos, militares y financieros, en la que el continente africano va adquiriendo cada vez más peso y protagonismo mundial. Y Canarias está, y esto creo que hay que recordarlo, por nuestra posición y situación geográfica, en primera línea, con todas sus consecuencias.

1.- La realidad del siglo XXI. A nuestra región se le ha parado su marcha y su ritmo desde el comienzo de este siglo, cuando la economía mundial ha registrado globalmente una tasa de crecimiento del orden del 25 por ciento en todas sus magnitudes. Muchos factores han jugado en este proceso, pero la realidad la podemos resumir en unas cuantas magnitudes económicas. La población activa mayor de 18 años ha pasado de 859,000 a 1,2 millones, mientras que la población ocupada en los distintos sectores económicos ha registrado un crecimiento de los 630.000 en el año 2001 a 774.000 en la Encuesta de Población Activa del segundo trimestre de este año, recientemente publicada por el INE. Frente a un aumento de cerca de 300.000 personas, los ocupados crecieron en 140.000 solamente. La complementariedad la da la cifra de personas que se han incorporado al grupo de parados: en 2001 se registro un total de 94.000 sin empleo; 336.500 en el segundo trimestre de este año. Si a estas cifras añadimos la población extranjera que cotiza a la Seguridad Social nos encontraríamos con una realidad extraña: frente a los 76.000 registrados en julio pasado, en el año 2001 apenas llegaban a los 10.000. La moraleja es muy simple: se han creado puestos de trabajo en estos 14 años para dar ocupación, bien por su formación o especialización, o bien por retirarse de determinadas actividades económicas la población local, a inmigrantes o extranjeros que ya constituyen el 15 por cien de la población total registrada en los censos insulares de este año 2015. Estimo que esta combinación o descripción de cifras refleja este inmovilismo de nuestra clase política y / o el estancamiento de nuestra economía, a pesar de disfrutar, como alardean algunos eruditos, de un "extraordinario" Régimen Económico Fiscal del que no disfrutan las restantes comunidades españolas; y de que los tratados europeos nos clasifiquen como región ultraperiférica, con determinadas ventajas fiscales y con la disponibilidad de fondos comunitarios especiales. Sobre la eficacia y efectividad de este traje que tenemos no he visto ningún análisis o estudio por los centros de pensamiento (canarios, nacionales o internacionales) que pueda explicar la crisis en que vivimos y nos movemos; y las modificaciones que habría que realizar para aprovechar el papel de Canarias en esta economía globalizada, y en la que la economía financiera mundial, estimada en 800 billones de dólares, multiplica por 10 el valor del PIB mundial. Confío en que algún día sonará la flauta y nuestra región se despierte de este sueño profundo en el que está inmersa por la incompetencia o insensibilidad de los dirigentes de nuestra sociedad.

2.- El canto del cisne. Se ha convertido en un mantra la expresión de que "el turismo es el motor de la economía canaria". La Historia es la que es y la realidad actual es la que tenemos en la calle. Cuando el conde de la Vega, don Alejandro del Castillo, convoco en la década de los sesenta del siglo pasado el concurso internacional titulado Maspalomas, Costa Canaria, se inició un camino, conocido en nuestras islas desde finales del siglo XIX, que incorporaba a nuestra región al cultivo del ocio de la clase media europea, que había sufrido las graves consecuencias de la Segunda Guerra Mundial. Se había iniciado el ciclo del turismo mundial como actividad económica. Esto se refleja en que de los 25 millones de turistas que se contabilizaron a finales de la década de los cincuenta se ha llegado el pasado año, según datos de la Organización Mundial del Turismo, a un total de 1.200 millones de turistas internacionales, con previsiones de llegar hasta los 1.400 millones en el año 2030. Nuestros datos sobre este sector no pueden ser más desalentadores, a pesar de los elogios que se hacen a las últimas cifras mensuales sobre su variación. No voy a entrar en las políticas que los distintos entes regionales, insulares y municipales hacen o quieren hacer para atender determinados intereses particulares. El catálogo de disposiciones publicadas no sirve para atraer emprendedores o inversionistas exteriores cuando en muchas regiones y países se dan toda clase de facilidades para incorporarse a esta actividad, altamente positiva y rentable, a pesar de la incidencia que pueda tener en el paisaje y el medio ambiente, siempre regulable y controlable. No pretendo ser alarmista ni pesimista; pero los datos publicados en las estadísticas del Gobierno de Canarias, en su Istac, dejan atónitos y asombrados a los que pretendan sacar conclusiones optimistas para el futuro del sector en nuestras islas. El movimiento de visitantes en el año 2001 fue de 10,13 millones de extranjeros y 2,4 millones de peninsulares; esto da un total de 12,56 millones de turistas que llegaron en ese año, y con cifras crecientes a lo largo de la década de los noventa del siglo pasado. Los datos del pasado año fueron, según Frontur, 11,4 millones de extranjeros y 1,5 millones de peninsulares, lo que da un total de 12,9 millones en el año 2014. Se produce una extraña coincidencia en los totales de esos dos años de referencia. Lo que refleja esta triste situación es que somos zona turística mundialmente reconocida por muchos europeos, pero incapaces de organizarla y administrarla. Un índice de nuestra incompetencia se encuentra, en mi opinión, en que la Comunidad balear, con 1,2 millones de habitantes en su censo último, recibe los 13 millones anuales de turistas, lo que significa que se multiplica por 10 su población, con el agravante de que su temporada es de siete meses, de marzo a septiembre. Canarias, con unos 12 meses al año de temporada turística, recibe los 13 millones contra 2,1 millones de población censada. O sea, que se multiplica por seis nuestra población: no creo que haya mayor índice visible y categórico de incompetencia de la gestión de un recurso básico.

3.- Punto final. Creo que tengo que ser consecuente con el título de este texto. Simplemente recordar que desde el Fuero de Gran Canaria, que los Reyes Católicos dieron el 20 de diciembre de 1494, se le otorgaron a la isla, luego extendidas a las restantes, unas ventajas fiscales y una organización comunitaria, llamada cabildo, responsable de los asuntos colectivos, incluyendo la defensa de la isla contra los ataques de los piratas. Se actualizó con el Decreto de Puertos Francos de Bravo Murillo, de 1852, y se modernizó por Raimundo Fernández-Villaverde por la Ley de 1900. Y finalmente se perfecciono por la Ley de 1972, con la incorporación de las modernas técnicas de defensa de los sectores agrícola e industrial. La defensa de esto, que llamé en cierta ocasión (en 1963) "la constitución económica canaria", se encontraba en la Disposición Adicional Tercera de nuestra Constitución, que declaraba urbi et orbi que "la modificación del régimen económico y fiscal del archipiélago canario requerirá informe previo de la Comunidad Autónoma". Para los enterados les recordaré que solo habla de modificación, y nunca de derogación, que fue lo que el Gobierno y el Parlamento canario hicieron en diciembre de 1988, solicitando la plena integración en la Unión Europea. La ironía es que, a través del Protocolo nº 2 del Tratado de Adhesión de España, se había elevado a Derecho Primario el régimen histórico canario (nuestra constitución económica), que fue estudiado, analizado y muy discutido por los expertos y políticos comunitarios, en varias sesiones de trabajo, con gran oposición de Francia. Lo triste es que los políticos regionales de aquella época violaron la Constitución sin ninguna penalización. Y así nos va la actual situación.

(*) Técnico comercial y economista del Estado

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