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Zigurat

El Papa y los inmigrantes

El papa Francisco acude con frecuencia a la hermenéutica para fijar criterios pastorales. En muchas ocasiones se le ha oído hablar de las interpretaciones que se han de hacer de las escrituras y de la realidad. Aquella aclaradora frase pronunciada sobre la homosexualidad -¿Quién soy yo para juzgar?- o la más reciente sobre el aborto nos sitúan en una línea reflexiva que solo asoma por su punta más visible, pero que ha de ir a la hondura de la cuestión.

Hace muchas décadas que la Iglesia, sobre todo en lugares donde las condiciones de vida son inhumanas y sufren enfermedades, guerras o persecuciones, se posesionó y actúo según la realidad del lugar. La entrega de preservativos hace mucho tiempo que se viene practicando en África por parte de los distintos institutos religiosos, órdenes o simplemente parroquias donde la pandemia es imparable.

Sobre los divorciados o separados y vueltos a casar, también hace años que se les atiende y se les da la comunión. Por lo menos de una forma general, aunque hay casos donde la pequeña estrechez de miras de muchos párrocos impiden algunas de estas prácticas; no es lo común.

Está meridianamente claro -el que crea que el Papa no ejerce el magisterio, aunque no sea ex cathedra, va errado- que la situación de muchas personas que tienen en la confesión católica un acicate importante en su vidas van a estar más sosegados o más comprometidos con lo que creen.

La última aparición del Papa pidiendo que todas las parroquias, monasterios, conventos, abadías, órdenes religiosas? acojan a una familia inmigrante que en estos momentos se está repartiendo Europa. La iglesia actúa aquí no como estado, sino como comunidad que sabe dónde está el mal estructural en este momento.

Pero esperemos que no quede todo en la consabida ciencia hermenéutica y se pase a la acción, porque el cristianismo es acción, es política y no hay mayor prueba que esta, a la que Francisco pone en primer lugar: como aquel fantasma que recorría Europa, en la tradición judío/cristiana, hay otra frase que desde hace tres mil años transita el espíritu de su tiempo, en unas ocasiones con mayor fortuna que en otras: no te olvides del huérfano, de la viuda o del emigrante y en el evangelio es tan nítida está aserción que soslayarla es traicionar la confesión.

Ahora falta saber quiénes cumplen con esta obligación salida de la cátedra de Pedro para el mundo. Porque Francisco se está quedando solo en muchos asuntos importantes. Se sabe con absoluta certeza que tiene a gran número de dicasterios en su contra y que es criticado sin piedad en otros estamentos eclesiásticos como en alguna prelatura donde van a tener que acatar la llamada compasiva y alejarse un poco de la élite pacata.

Falta mucho recorrido, simplemente escrutando las nece-sidades de esta sociedad inhumana, para que la Iglesia sea lo que debe ser. La importante implicación de la mujer en toda la historia de la iglesia no ha si-do todavía abordada como se debe: ni son solo monjitas para cuidar ancianos o curas ni son sirvientas de nadie. Esta y otras cuestiones son las que confluirán para que la casa de todos quede abierta para el que lo necesita, en estos momentos el perseguido.

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