La Provincia - Diario de Las Palmas

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'Everest'

Mal de altura

Algunos espectadores, pocos tal vez, deben recordar el nombre del cineasta islandés Baltasar Kormákur por la película que supuso su debut como realizador hace quince años. Me refiero a aquella película protagonizada por Victoria Abril que llevaba por título 101 Reikiavik y que, tal vez a su pesar, hacía rememorar el cine de Pedro Almodóvar, aunque en un clima y un paisaje fríos. No obstante, fue su tercera película, Las marismas, basada en la novela homónima de Arnaldur Indriðason protagonizada por el inspector de policía Erlendur Sveinsson, la que despertó el interés de la prensa especializada por su trabajo.

Everest, su décimo largometraje basado en el best-seller de Jon Krakauer Mal de altura (hay edición española en Desnivel), es una película de aventuras montañeras que nada tiene que ver con sus anteriores obras. En Everest, el espectáculo, entendido en la actual tradición hollywoodiense, prima por encima de cualquier otra consideración. Hay un inmenso y nevado decorado que filmar, el Monte Everest, y una serie de personajes, encabezados por dos reputados escaladores: el neozelandés Rob Hall (Jason Clarke) y el norteamericano Scott Fischer (Jake Gyllenhaal), que van a desfilar, congelarse y darse tortazos en las elevadas alturas.

En este sentido no hay trampa ni cartón, la película es lo que es y Kormákur no pretende (porque no sabe) elucubrar con otros elementos (como hizo no hace mucho el cineasta sueco Ruben Östlund en Fuerza mayor), aunque a veces recurra a los familiares de los alpinistas que esperan a en casa.

Everest es un vistoso espectáculo más propio de turistas y escaladores que de amantes del cine. Pero eso ya era de prever echando un simple vistazo al elenco de intérpretes de relumbrón: Jake Gyllenhaal, Josh Brolin, Keira Knightley y Sam Worthington. No creo que el cine de montaña, en sus acepciones más aventureras y melodramáticas, vaya a ponerse de moda con Everest, donde Kormákur nos presenta una dramatización de unos hechos envasados al vacío en aras de una mayor espectacularidad, convirtiendo la película en un espejo de sus muchos defectos.

La manera en que ha sido concebida y ejecutada no deja lugar a dudas de que su intención no era otra que la de aprovechar las posibilidades comerciales de la historia de Krakauer con vistas a lograr un producto asequible para la gran masa del público.

Es evidente que Kormákur ha querido ascender rápidamente en la industria americana por su vertiente más accesible, pero al final le ha podido el mal de altura.

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