La Provincia - Diario de Las Palmas

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Ordenación del territorio: respeto, confusión y maltrato

Como todo el mundo sabe, en las últimas semanas y en especial en Gran Canaria, se ha reabierto una importante polémica sobre el uso del Territorio (con mayúscula) y acerca de su imprescindible o insoportable Ordenación, según se valore.

Cualquier lector avisado recordará que es un tema recurrente en el que, en las últimas décadas y teóricamente, ha predominado en algunas etapas el espíritu de las Directrices y en otras su contrario, el espíritu de "barra libre", es decir la utilización como se quiera del Territorio. Se indica que se trata de una contradicción teórica porque, en la práctica, siempre se saltaba cualquier regla con total impunidad. Las dieciocho instalaciones turísticas ilegales de Lanzarote, condenadas, ahí siguen tan campantes como impunes, como denunciaba doña Josefa de Betancuria.

Y es que la potencia de los intereses ligados al complejo Inmobiliario-Urbanizador-Turístico es de tal alcance que siempre ha prevalecido, a las buenas o a las malas.

Pero centrémonos en la forma concreta en que se ha presentado esta vez. La confrontación no ha sido entre los defensores del ladrillo y los defensores de la sostenibilidad como había ocurrido siempre. Ahora lo que acaba de saltar es la posible y adecuada convivencia, o no, de turistas y residentes en un determinado espacio del Territorio. Aparecen nuevos protagonistas en el debate.

¿Cómo es eso posible? Para intentar responder creo que es necesario recordar, como ya ha hecho con mucho tino Guillermo Morales entre otros, el proceso por el que se ha llegado hasta aquí. Y no se trata de una cuestión de erudición histórica, sino esencial para poder articular respuestas adecuadas que respondan a los verdaderos problemas.

Creo que lo primero es recordar que la especialización canaria en exportables siempre se había centrado en mercancías agrarias. Hasta que por cambios atlánticos, científicos y técnicos de todos conocidos, ya en la década de los sesenta del siglo pasado se viró abruptamente hacia la especialización en servicios exportables, el turismo en primerísima instancia. Y este viraje produjo una auténtica mutación: a) los recursos naturales, a nuestros efectos en especial el Territorio, pasan de una función productiva agraria (fincas) a una expectativa confirmada de utilización residencial (solares); b) el resto de los factores de producción convencionales, sobre todo la población, fue migrando hacia las nuevas actividades donde se conseguían mayores rentas; c) las cumbre y medianías comenzaron a despoblarse, incluso el norte de la isla tendió hacia el Sur; d) la financiación de la actividad alojativa vino del exterior, incluida La Península, y también se canalizaron excedentes locales, en especial de la gran burguesía agraria exportadora.

Ciñéndonos a Gran Canaria, conviene recordar que los primeros establecimientos turísticos se localizaron en Las Palmas. Hubo de esperar a la década de los sesenta del siglo pasado ("Maspalomas Costa Canaria") para que se construyeran las primeras infraestructuras de transporte y de servicios necesarios para que el fenómeno turístico se entronizara "allá en el Sur".

Y aquí creo necesario enfatizar que, tal vez, la peculiaridad más original del turismo grancanario fue, ya desde el principio, la aparición y el mantenimiento hasta casi fines de siglo, de una importante "microfinanciación" de las nuevas instalaciones turísticas, procedente de las nuevas capas sociales ya mejor situadas en la nueva sociedad canaria de servicios. La apabullante presencia de los complejos de apartamentos (muy por encima de lo que sucedió por ejemplo en Tenerife) es una prueba convincente de este aserto. Esta pauta de comportamiento social de convertirse en propietarios de apartamento, dio lugar a la cultura de "vamospalsur". Normalmente los propietarios lo hacían en el verano y dejaban el apartamento el resto del año para que lo gestionara cualquier avezado intermediario. En estos primeros años, la propia renta de los apartamentos daba para pagar su adquisición en un periodo de tiempo relativamente corto. Y esa propiedad de muchas familias en el Sur tuvo un efecto colateral formidable. Muchos de los miles de universitarios de aquella época pudieron graduarse, en parte, por las rentas de esos apartamentos familiares. Y creo que este hecho todavía permanece en la memoria de mucha gente y ayuda a explicar los acontecimientos de hoy.

Pero eso pasó hace muchos años.

Y desde entonces llovió (es un decir) mucho. En las últimas décadas el negocio turístico del Sur tuvo que seguir las pautas mundiales de esa actividad muy cosmopolita e internacionalizada. Las grandes y con frecuencia lujosas instalaciones hoteleras ya son la norma de actuación, contando con un tipo de gestión estandarizado y a escala. El todo incluido, el tiempo compartido y la propia deriva del negocio turístico, han hecho irrelevante el papel del pequeño inversor de apartamento.

Y aquí viene, a mi juicio, la clave de lo que está ocurriendo. Lo que algunos, desde hace más de veinte años, venimos calificando como "círculo vicioso con final en tierra quemada". Y es que, a medida que el fenómeno turístico fue disparándose con espectacular rapidez (si en 1960 no se llegaba a 100.000 turistas en todo el Archipiélago, 50 años más tarde se superaban los 13 millones), la habilitación de la oferta turística tuvo que seguir el mismo ritmo infernal. Y el crecimiento continuo de las áreas turísticas se prolongó durante muchos años replicando el mismo modelo.

Con el tiempo la demanda fue girando hacia los servicios hoteleros y el número de estrellas vino a indicar los gradientes del lujo. Y esto supuso un cambio radical, lo que antes llamamos "microfinanciación" y que funcionaba para la actividad de los apartamentos, deja de ser eficiente y sus agentes (las familias canarias) quedan fuera de juego. Lo que ahora se necesita son grandes empresas y potencia financiera. Y claro que aparecen, como siempre en nuestra historia. Y, además con una innovación, porque nacen las primeras empresas trasnacionales canarias, que ya se habían encargado de acumular un magnífico patrimonio de suelo turístico o en vías de serlo.

Y se acelera el proceso de ocupación de terreno virgen con la construcción de nuevos hoteles bien equipados, que van acaparando la nueva demanda de alojamiento. Y se fue detectando que, al tiempo, en las zonas antiguas especializadas en apartamentos que ya estaban envejecidos, no existía capacidad práctica para su adecuada renovación y algunas se iban convirtiendo en áreas en proceso de degradación.

Por eso, desde hace años, muchos planteamos la necesidad de abandonar esa estrategia de "huida hacia delante". Colonizar más y más espacio virgen, construyéndolo y atrayendo al turismo, mientras que por detrás se iban dejando complejos de apartamentos cada vez más viejos, sin mantenimiento y con peligro de convertirse en áreas marginales. Y precisamente en el medio de las mejores zonas (por eso se ocuparon en primer lugar) del territorio turístico.

Para evitar este auténtico desaguisado (de ineficiencia de asignación de factores y de insostenibilidad), se fue construyendo una estrategia alternativa con la finalidad de evitar el círculo vicioso de seguir ocupando más y más terreno virgen, al tiempo que, por detrás, se iba dejando un escenario de tierra quemada para el propio sector turístico.

Y el corazón de esa estrategia consiste en que es imprescindible regular y ordenar el Territorio para evitar que, como viene ocurriendo de forma acelerada, se perpetúe el círculo vicioso en presencia. Se planteó que la mejor forma de conseguirlo era la reforma, la modernización y la mejora de los establecimientos que se iban quedando obsoletos en sentido estricto. Con lo que se conseguían dos objetivos valiosos. Dar más calidad a la oferta turística evitando la aparición de islotes degradados en medio de las mejores zonas turísticas y, de otra parte, evitar la continua urbanización y edificación del Territorio en una carrera por crear un continuo de edificación a lo largo de toda la costa, farallones incluidos. De esta forma la reinversión turística no tendría que deslocalizarse sino que bastaba con reciclar el territorio "amortizado".

Como es lógico, esta estrategia requiere una legislación y una reglamentación que la estimule y la haga interesante para la inversión en la renovación y modernización de la planta turística. La propuesta de la unidad de explotación, la diferenciación entre suelo residencial y turístico, la posibilidad de sustituir a los propietarios que dejen abandonados sus apartamentos y los estímulos fiscales a la renovación y modernización no son otra cosa que elementos de esa estrategia.

Y, en mi opinión, así es posible entender el actual conflicto. Por un lado quienes quieren preservar el uso turístico de todos esos espacios y, por el otro quienes quieren ocuparlos para residir. Es decir, utilizar ese Territorio como localización para una actividad productiva exportadora, mantenedora de la excelencia turística y generadora de empleo o, por el contrario, utilizarla para uso residencial. Creo que esa es la cuestiónLo que ocurre es que ya conocemos en la práctica las consecuencias del uso residencial. El dichoso círculo vicioso.

Pero la situación real es mucho más compleja. La desidia de las autoridades en mantener y hacer cumplir la legislación en vigor ha permitido que la situación se nos haya ido de las manos. Y digo que se nos ha ido a todos, por la importancia excepcional del asunto cara a la sostenibilidad del negocio turístico canario hacia el futuro.Y habrá que buscar una solución lo más razonable posible para los intereses particulares de los miles de propietarios afectados ¿17.000? ¿40.000?

Pero lo que, a mi juicio, no puede permitirse es que la solución pase por la eliminación de la legislación territorial, como comienzan a demandar algunos sectores de los propietarios afectados. El verdadero conflicto no está entre los afectados y esa legislación que viene de antiguo. Lo que hay que debatir y decidir es la utilización del Territorio turístico para mantenerse como creador de actividad productiva exportadora, o sostener una actividad meramente residencial, con las consecuencias ya conocidas de esta última decisión

El argumento que comienza a escucharse "yo, con mi propiedad hago lo que quiero y nadie puede obligarme a otra cosa" es el que históricamente nos ha llevado tantas veces a la derrota como sociedad. Una vez en este punto, aparece una cuestión realmente espinosa. Si la solución consiste en reformar, modernizar y mejorar las instalaciones existentes para así no tener que seguir machacando más y más terreno aún no ocupado ¿quién va a constituirse en agente de ese cambio? Porque los actuales propietarios afectados tendrían graves dificultades para hacerlo.

¿Entonces?

Hay que recordar toda la historia de las Reconversiones de todo tipo que se han tenido que llevar a cabo, en las últimas décadas, al mutar las condiciones para las que se habían diseñado y construido. Desgraciadamente, la inmensa mayoría se ha hecho a las bravas y los procesos de destrucción creadora han dejado con frecuencia muchos desaguisados y muertos económicos en el camino. Pero esa no es la única posibilidad

¿Y si hubiera una posibilidad de gestionar de forma conjunta, discutida, acordada, planificada y financiada esa Reconversión?

Porque la trascendencia del problema, sus implicaciones de todo tipo que solo podemos ahora indicar, son de tal envergadura que, al igual que podemos hablar (afortunadamente el Cabildo de Gran Canaria ya lo está haciendo) de la estrategia para un Nuevo Modelo Energético, podríamos tener en consideración esta Reconversión Turística. Por supuesto que es la solución más compleja, pero aunque no diría que sea la única, sí creo que es la mejor de todas las que se han planteado.

Mejor que permitir barra libre con el Territorio. Mejor que una especie de amnistía que ha sobrevolado en algún momento. Tal como que, los afectados podrán seguir residiendo en las zonas turísticas, mientras que las nuevas plazas se podrán hacer en territorio ya calificado. Esta es una propuesta idéntica a la del círculo vicioso.

A mi modo de ver, y como ya estaba encaminándose el anterior gobierno de Canarias (con todas sus contradicciones, dudas y vacilaciones), la mejor solución es la estrategia, no de crecimiento, sino de Desarrollo de la planta hotelera por medio de la reforma, mejora y modernización y sin ocupar más terreno. Esta sería teóricamente la forma de alcanzar el deseado círculo virtuoso. Para conseguirlo en la práctica haría falta que el Ayuntamiento, el Cabildo y el Gobierno de Canarias tuvieran la voluntad y el coraje de asumir, junto con los pequeños propietarios afectados, la gestión conjunta de esta Reconversión Turística. ¿De verdad asumimos los cambios necesarios? ¿Apostamos sin complejos por nuevas formas de hacer las cosas? ¿Las Administraciones Públicas pueden estar a la altura?

Sería maravilloso transformar todo el ruido y la movilización que están desatados y encauzarlos hacia un proceso de reconversión, aún inédito en el turismo internacional. Cambiando, mejorando y haciéndolo sostenible tanto desde la perspectiva medioambiental como social.

P.S. No deja de ser inquietante que la petición de algunos de los propietarios afectados de eliminar la legislación territorial y permitir barra libre, coincida con los deseos expresados por las fuerzas más reaccionarias contra todo lo que sea Ordenación del Territorio. El nuevo gobierno de Canarias en primer lugar.

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