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El callejón del gato

Ponga un sirio en su casa por Navidad

Ya sabemos que cada año el espíritu de la Navidad lo invade todo y Dickens se asoma a nuestros corazones, pero no se trata de esto, ni tampoco el cirio pascual que se pone el Sábado Santo en todas las parroquias, se trata de vidas humanas. Se está frivolizando tanto con la tragedia de los refugiados que vienen huyendo de Bachar el Asad como del Estado Islámico, que poco menos que algunos piensan que son como mascotas que se los pueden llevar a su casa.

El terrible caos que se está produciendo en las puertas de Europa no es otro que el derivado de no tener un plan diseñado previamente para hacer frente a esta tragedia.

Lo primero que tendría que hacerse sería establecer un comité que tras identificar y censar a los refugiados garantice una acogida digna, con un plan de viabilidad para que esas personas sean autónomas para acceder a puestos de trabajo y, en su momento, cuando la situación se estabilice, puedan regresar a sus respectivos países.

¿Pero qué va a pasar entre tanto? Porque los miles de españoles que están en la cola del paro, dirán, y con razón, que llevan así varios años y ahora vienen unos señores, de fuera, y se saltan la cola o, se les facilitan casa, comida y vestidos cuando muchos compatriotas viven debajo de un puente.

Ser solidario no sólo es bueno, sino justo y necesario, pero mal vamos si no se establece un orden de prioridades y se adoptan medidas demagógicas por el qué dirán.

Estoy convencido de que si no tuviésemos dos convocatorias electorales a tiro de piedra las cosas hubiesen discurrido por otros derroteros. El caso del conocido refugiado que huía y fue zancadilleado, malvadamente, por una reportera que como poco debería ser invisible, felizmente ya está colocado en Getafe con casa, colegio para los niños y un puesto de entrenador, que al parecer era su antiguo empleo en origen.

A esta tragedia habría que añadirle la maquiavélica intención de los terroristas del Estado Islámico de colar quintacolumnistas aprovechando el desconcierto creado, pues tenemos la tormenta perfecta para que algunos dirigentes esgriman o argumenten que además tendremos otro problema añadido a la tragedia humanitaria que todo esto supone.

Un dato no baladí es que estamos asistiendo a la mayor migración de población después de la Segunda Guerra Mundial .

El niño Ailan tumbado sobre la arena de una playa ha sido el detonante de una tempestad en todas las conciencias de los gobiernos europeos como preámbulo de la catástrofe humanitaria que se estaba pergeñando.

En este momento hay más de 60 millones de refugiados en el mundo con el horror que supone cada año la llegada del invierno y la amenaza de diezmar la población. Creo que el sentido común y el pragmatismo se impondrán. Actualmente no está muy clara la coherencia y solidaridad de los distintos países y hasta dónde piensan llegar. Porque no sólo son sirios sino de Eritrea, Afganistán e Irak. Hungría, Rumanía y Polonia son los más reacios a la acogida ya que, básicamente, el flujo migratorio en estos países, hasta ahora, había sido prácticamente nulo, ¡vamos, falta de costumbre! Sobre todo hay mucho temor a lo desconocido. Sin embargo, si se impone la tesis abanderada por Alemania de aumentar los cupos ¿cómo se van a imponer esas resoluciones? Esta respuesta aun esta en el aire, aire que lleva lágrimas y sufrimiento que amenaza con barrer las conciencias de aquellos que se ponen de perfil ante esta tragedia mundial.

La solidaridad social y política que necesitamos para construir una sociedad menos fea y menos agresiva, en la cual podamos ser más nosotros mismos, tiene una práctica de real importancia en la formación democrática.

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